Chinn De la Cruz
@chinnyein
Roger Ricardo Gonzalo Segura, catedrático y traductor de la primera versión aimara de El Principito (Pirinsipi Wawa), explica el detrás de cámaras de su labor en este proceso, y destaca los esfuerzos de sus colegas al interior de los ministerios de Educación y Cultura para “hacer entender quiénes conformamos este país llamado Perú”.
[‘El Principito’: Traducen por primera vez la obra de Antoine de Saint-Exupéry al aimara]
¿Cómo nació la idea de traducir El Principito al aimara?
Walikiwa. Primero leí la traducción de Lydia Cornejo y César Itier del francés al quechua sureño que fue publicada con el título de Quyllur llaqtayuq wawamanta (2002). Fue una maravilla leer en quechua esta historia, y la compartí con mis alumnos del curso con el mismo nombre. Y me dije que El Principito también podría hablar el aimara. Así salieron las primeras líneas de la traducción al aimara que ensayé con mis alumnos del curso de Quechumara de la Pontificia Universidad Católica del Perú desde el 2010, para analizar y observar el desarrollo morfosintáctico y semántico paralelo de estas dos lenguas nacionales más habladas del Perú.
¿Cuánto tiempo demoró la traducción?
Un 31 de mayo de 2014, el editor argentino y, hoy, mi amigo Javier Merás se pone en contacto conmigo vía Facebook a las 18 horas con 28 minutos y me conversa sobre la posibilidad de traducir esta obra al aimara. Y así empezó el trabajo de la lectura y la relectura del libro en castellano para empezar con la traducción que termina con todas las correcciones y lecturas previas a fines de 2015, y definitivamente termina con la noticia que me da Javier el 1 de mayo de este año. Es decir, me demoré en traducir unos dos años y algo más, con varias interrupciones, por supuesto.
¿Hubo complicaciones al momento de la traducción? Por ejemplo, alguna frase o uso que no se haya podido traducir tal cual al aimara…
Tengo experiencia de leer otras obras literarias en castellano. Y he asimilado la cultura que no era la mía. Esto me ayudó en no encontrar mayores dificultades en la traducción. Obviamente, la traducción de Lydia Cornejo y César Itier del francés al quechua fue un buen modelo que me estuvo guiando en este camino.
Por el momento solo se vende por eBay el texto traducido. ¿Cree que sería bueno que más casas editoras tomen en cuenta este texto para su difusión?
Por supuesto que debe ser así. Y no solo las casas editoras, sino el Ministerio de Educación o el Ministerio de Cultura deben hacer que esta traducción y diversos tipos de textos lleguen a nuestros niños aimara, jóvenes y adultos que leen en su lengua hoy.
¿Cómo hacían antes quienes buscaban leer la versión de El Principito? Me refiero a quienes tienen como idioma materno el aimara. Se valían de otras traducciones, imagino…
No había otro camino que leer la versión castellana. Yo me acuerdo haber leído un fragmento sobre la historia en el que había una inmensa boa que se tragaba todo lo que se movía y se ponía al frente, y relataba el porqué alguien no llegó a ser pintor. En el altiplano peruano boliviano no hay boas, pero sí hay culebras. Entonces, tendría que haberme imaginado esa serpiente mitológica gigante que aparece en nuestros cuentos aimaras: el katari.
Aparte del editor Javier Merás, ¿quién o quiénes más lo han apoyado en esta labor?
No puedo dejar de mencionar a Marcos van Deursen Lukaña, amigo quechua, peruano y holandés. Él me recomendó a Javier, y empieza la aventura. Debo agradecer a mi amigo, maestro y lingüista aimara y sanmarquino Felipe Huayhua Pari por la lectura inicial especializada de la traducción y sus sabias recomendaciones.
¿Piensa traducir otros textos universales al aimara?
Por una parte, estoy más interesado en recoger textos de diverso tipo, testimonios sobre historias personales, colectivas, comunitarias, relatos en aimara, para presentarlos en la lengua aimara y traducirlos al castellano. Nuestra historia no aparece en los libros de historia peruana. Yo pienso que la historia del Perú debe ser la historia de todos sus pueblos, y no la historia de unos cuantos, y pienso que se debe reconstruir la historia de la nación aimara narrada por los mismos aimaras. Y, por otra parte, confieso que he leído las obras de corte universal, como El Quijote de Cervantes, Cien años de soledad de García Márquez, Pedro Páramo de Juan Rulfo, y otras obras de Víctor Hugo, Tolstoi, de Chejov, Dostoievski, Oscar Wilde, etc., y obviamente, mis lecturas han pasado por las obras de José María Arguedas, Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro, Clorinda Matto de Turner, Vallejo, y puneños de la talla de Gamaliel Churata, Carlos Oquendo y Feliciano Padilla. Esta experiencia ya me dirá que tengo que empezar a traducir aquellos textos universales de extensión corta. Y para corto plazo, tengo en mente la traducción del quechua al aimara del testimonio del indígena cuzqueño Gregorio Condori Mamani y su esposa Asunta Quispe Huamán, recogido por Ricardo Valderrama y Carmen Escalante, que leímos con mis alumnos de Lima y de Puno. Esta historia real presentada será una oportunidad para que los aimaras sepamos que es posible hablar de nuestra propia historia.
¿Cree que existe poco apoyo de parte del Estado para impulsar este tipo de proyectos? Lo digo porque no cabe duda de que es un beneficio para la difusión de la obra y permite que la cultura llegue y sea más accesible a las personas.
Muy poco apoyo o casi nada, o siempre paternalista, de arriba para abajo. Pero son loables los denodados esfuerzos de los especialistas indígenas del Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura por lograr el financiamiento en la producción de materiales. Al interior de estos ministerios, según estoy enterado, no es tan fácil lograr hacer entender quiénes conformamos este país llamado Perú. Pues, lo integramos una diversidad de naciones invisibilizadas como los pueblos quechua, a quienes se les niega sistemáticamente su condición de pueblos indígenas; a los aimaras; aguarunas; shipibos; asháninkas; nomatsigengas; boras; yines; los matsés; tikunas; shawis; matsigengas; entre unos 50 pueblos-naciones indígenas del Perú. Eso es muy difícil de entender desde Lima, donde se piensa que la selva es bonita, tiene árboles gigantes, ríos, aves de colores, pero no personas, y menos pueblos indígenas con derechos. Y la prueba: cero mención en los planes de gobierno de nuestros candidatos a presidente del Perú, y no se desea llegar así al bicentenario. No puede ser posible que un gobierno democrático no considere a sus pueblos en sus planes y decisiones. Es increíble saber que la libertad de muchos pueblos llegue de manos de un gobierno dictatorial como el de Juan Velasco Alvarado, quien, a través de la Ley de la Reforma Agraria, derrumbó el abuso y la esclavización de los quechuas y aimaras del Perú.
Ya para terminar, cuénteme una anécdota de esta experiencia de traducir El Principito al aimara, y aproveche en agradecer a quienes lo ayudaron en esta labor.
Agradezco a Jean-Marc Probst y su fundación en Suiza por hacer posible la concreción de este trabajo; a los amigos argentinos Fabio Ares y a Javier Merás por lo que saben hacer en cuanto se refiere a la edición de obras como esta y por haberme recordado que el Acta de Independencia argentina de 1816 se difundió en una versión a doble columna en castellano y en aimara (también en quechua). Mientras que esto en el Perú era algo impensable. Además, recuérdese que la nación aimara de los Lupaqas, conocida como provincia de Chuicuito o provincia del Rey, al crearse el virreinato del Río de la Plata en 1766, era parte de este; por tanto, a Fabio, Javier y yo nos une la historia, y hoy, esta aventura. Javier ya había trabajado en proyectos sobre el rescate de lenguas olvidadas, al editar un pequeño libro en 2011 con fragmentos de El Quijote en quichua santiagueño, que es una lengua de visibilidad nula en su país. Agradezco a mis alumnos de la maestría de Lingüística Andina de la Universidad Nacional del Altiplano, Puno, por la lectura previa. Agradezco al profesor Rodolfo Cerrón-Palomino por ser parte muy importante en mi formación lingüística y por sus palabras que aparecen en una de las solapas de Pirinsipi Wawa; a mis amigos y colegas Luis Miguel Rojas-Berscia y Marco Antonio Lovón por las constantes reflexiones sobre esta lengua nacional (internacional). Espero que vengan más trabajos de traducción al aimara. Hay muchos profesionales en el lado peruano, boliviano, chileno y argentino que pueden dar su aporte. Por el lado peruano, en noviembre de 1985 fue creada la Academia Peruana de la Lengua Aymara, por Ley N° 24323, que hasta hoy aún no está en marcha. Una institución como esta puede hacer mucho por la intelectualización de la lengua y la cultura de nuestra nación aimara y el Perú, ojalá uno de los ministerios del Estado haga que se cumpla la referida Ley. Nosotros claro que pediremos que se cumpla.
Suxta maranikïskayätha ukjawa, mä pankana, wali suma jamuqa uñjirïyätha. Uka pankasti ch’umi manqha tuqitha qillqatänawa, Jakaña tuqitha yatiyawinaka sata sutinirakïnawa. Ukana katariwa utjäna mä jach’a uywa uquntkiri. Akhamänawa uka jamuqaxa.
“Katarixa kuna katjasitapsa ukch’pachwa, jani challmtasa, mallantixa. Ukathxa, suxta phaxsiwa janipuni unxtasa ikiraki, jiphillapana manq’antatapa muytañapkama” sasa qillqatänawa pankanxa.
“¿Kunjama?” sasawa walpuni musparirïtha, ukhamanaka ch’umi tuqitha yatisaxa. Ukatha jank’akiwa samichaña lapisampi akhama aka nayrayri jamuqaja sich’surïtha:
Por Chinn De La Cruz (adelacruz@peru21.com)
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