Llegó luego de un año de espera el cuarto libro de la serie Mi lucha de Karl Ove Knausgaard (Oslo, 1968), proyecto que significa uno de los sucesos literarios más importantes de la última década. En esta Columna Vertebral ya he reseñado los primeros tres tomos autobiográficos escritos por este hombre que se propuso relatar “las banalidades y humillaciones de su vida”. Apelando a un hiperrealismo plagado de reflexiones y de confesiones desprovistas de todo pudor, Knausgaard publicó primero La muerte del padre, en la que narra la difícil y trágica relación con su progenitor, y luego Un hombre enamorado, centrada en la opresiva rutina de su matrimonio y el cuidado de sus hijos; se trata de libros de notable calidad, forjados con la habilidad de convertir en epifanías los actos más nimios de la existencia.
Sin embargo, la tercera entrega, La isla de la infancia, sin ser fallida, era bastante menos interesante que las precedentes: en ella el escritor noruego nos cuenta de su infancia en una pequeña isla donde enumera los descubrimientos que va experimentando y a la vez su terror ante su severo e irascible padre. La reiteración de episodios basados en los castigos y situaciones a los que su progenitor lo sometía hacen de este libro algo tedioso y de interés bastante menor en comparación a las primeras partes de la saga. Al terminarlo, me pregunté si La isla de infancia no marcaba el punto descendente de Mi lucha, si los libros siguientes acusarían los mismos defectos, si uno puede contar su vida entera a lo largo de tres mil páginas y no comenzar a repetirse a medio camino.
Bailando en la oscuridad, que es como se ha titulado el cuarto tomo de Mi lucha en español, demuestra que a Knausgaard todavía le queda cuerda. Es el libro más divertido, ligero y fluido de los que conforman su propuesta. Esta vez su interés es profundizar en la adolescencia: lo encontramos en el norte de Noruega, a los 18 años, como practicante de profesor en un pueblo donde, aparte de tomar como cosaco y ligarse chicas, asume su vocación de escritor, con todas las dificultades y frustraciones que esta origina. Todo esto presentado con gran habilidad y a punta de flashbacks que otorgan a la narración una trepidante versatilidad narrativa.
Pero como en los demás libros de Mi lucha, la obsesión principal del autor es el afianzamiento de su masculinidad en circunstancias que conspiran contra ella. O mejor dicho: su leitmotiv es comunicarnos el peso y las mortificaciones que le demandan demostrar su masculinidad y las vejaciones que sufre cuando fracasa en sus intentos de imponerla. Durante casi toda esta novela autoficcional el joven Karl Ove padece la incapacidad de poseer a las muchachas que se le ofrecen en diversas circunstancias, lo cual lo sume en una oscuridad vital para la que habrá una farsesca redención. Este cuestionamiento de la virilidad también se extiende a la figura del padre, que a diferencia de los libros anteriores es retratado como un hombre débil, plañidero y patético que avergüenza a sus familiares y da continuamente muestras de una lastimosa y prematura decadencia física y moral.
Aunque no posee ni la intensidad ni el riesgo formal de los dos primeros volúmenes, Bailando en la oscuridad nos devuelve al Knausgaard transgresivo, luminoso y letalmente honesto que conocemos, solamente que esta vez regresa envuelto en una atmósfera más pop y más cálida. Vale la pena volverlo a escuchar.
Datos:
- Autor: Karl Ove Knausgaard
- Obra: “Bailando en la oscuridad”. Mi lucha, 4. Anagrama, 2016. 538 pp.
- Puntuación: 4/5 estrellas
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