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Ant-Man: Cuando el tamaño no importa

La película resultó una de las más disfrutables hechas por el Estudio Marvel. Una suerte de antídoto a la solemnidad de Avengers 2: La Era de Ultrón.

Mérito del director Peyton Reed haber conquistado un equilibrio entre los elementos paródicos de la cinta y aquellos que no lo son.
Mérito del director Peyton Reed haber conquistado un equilibrio entre los elementos paródicos de la cinta y aquellos que no lo son.

Al lado de otros personajes de Marvel, como Hulk y Capitán América, Ant-Man es –en sentido literal y figurado– una hormiga. No solo el superhéroe más diminuto sacado del mundo de las historietas sino también uno de los más oscuros, idolatrado entre los fanáticos del cómic pero un perfecto desconocido para el resto de la humanidad. Pese a que nadie esperaba mucho de ella –menos tras el despido de Edgar Wright, su director original–, la película de Ant-Man resultó una de las más disfrutables hechas por el Estudio Marvel. Incluso, quienes estábamos un poco agotados por la avalancha de superhéroes en el cine, debemos reconocer lo mucho que nos ha gustado esta fantasía de acción, una suerte de antídoto a la solemnidad de Avengers 2: la era de Ultrón. Ant-Man nos recuerda lo ingenioso y divertido que solían ser los cómics antes de que Hollywood los convirtiera en exhibiciones de efectos especiales. Los sentidos del humor y la aventura son rescatados por este justiciero pequeño y sin poderes propios.

El cásting de un actor identificado con la comedia como Paul Rudd y su participación en el guion junto con Adam McKay (socio habitual de Will Farrell) presagian el tono distendido que tendrá el filme. Desde la secuencia de los créditos –al ritmo de un tema salsero– está claro que la película no se toma demasiado en serio y es consciente del absurdo que rodea a su protagonista: un ex convicto que se adueña de un traje que lo convierte en una miniatura de persona. El pobre Scott Lang (Paul Rudd) es arrastrado a una misión suicida, pone su integridad física en manos de un científico (Michael Douglas) y acepta ser el hombre hormiga que salvará al mundo de una potencial amenaza; todo ello con la esperanza de redimirse y tener una segunda oportunidad con su familia. Mérito del director Peyton Reed haber conquistado un equilibrio entre los elementos paródicos de la cinta y aquellos que definitivamente no lo son, como el perfil psicológico del villano (Corey Stoll) y la dañada relación entre el personaje de Michael Douglas y su hija (Evangeline Lilly).

La mejor noticia para los que están hastiados de tanta pirotecnia, es que Ant-Man está contado con la agilidad de una película de atraco perfecto. De eso trata realmente: de la planificación y el ensayo, del error y la repetición previos a la ejecución de un plan maestro. Gracias a que su cabecilla es un ser diminuto, aquí no hay espacio para la aparatosidad. Todo se resuelve de forma lúdica, y con la cámara a la altura del personaje.

TENGA EN CUENTA

  • El personaje de Ant-Man fue creado en 1962 por Stan Lee.
  • Su próxima aparición será como secundario de lujo en la tercera entrega de Capitán América, a estrenarse en 2016.

Por Claudio Cordero – Crítico de cine


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