ÁNGEL ARROYO, aarroyo@peru21.com
“No, amigo, no pueden ingresar… Esta es una ‘playa privada’ y solo pueden pasar los propietarios de los condominios o sus invitados”, nos señaló uno de los tres vigilantes que custodiaba –junto a una tranquera de metal– la única entrada al balneario Puerto Nuevo, ubicado en el kilómetro 70 de la Panamericana Sur.
Perú21 comprobó que pese a que la Constitución reconoce a las playas como bienes de uso público, en al menos 11 balnearios del sur de la capital se prohíbe el acceso a las personas. En algunos casos son los residentes quienes impiden este ingreso y en otros casos se trata de exclusivos clubes.
Dichas playas están ubicadas entre los kilómetros 55 y 98 de la Panamericana Sur y pertenecen a los distritos de Pucusana (Lima), San Antonio, Mala y Asia (Cañete).
Allí, diversas asociaciones de propietarios y de socios de clubes han colocado ilegalmente tranqueras y casetas de vigilancia para controlar el ingreso.
Este tipo de discriminación se da a vista y paciencia de los municipios y, es más, en algunos casos ni siquiera la autoridad distrital puede ingresar a estas ‘playas privadas’.
Por ejemplo, en la playa Puerto Nuevo, en el distrito de San Antonio de Cañete (Km. 70 de la Panamericana Sur), tres vigilantes y una tranquera restringen el único acceso al mar.
Perú21 preguntó la razón por la que no podíamos acceder a la playa y los agentes privados nos dijeron que tenían órdenes de solo autorizar el ingreso a los miembros del Club de Propietarios de la Laguna de Puerto Nuevo.
Lo mismo nos indicaron en la playa San Antonio (Km. 80), donde el Club Regatas ha instalado una tranquera en la única vía hacia el mar. “Esta playa es privada. El público en general puede ir a Puerto Viejo”, respondió uno de los vigilantes.
Tampoco se nos permitió el ingreso a los balnearios La Tiza (Km. 55), Boca León (Km. 79), en Mala; así como Cala de Mar (Km. 88), El Golf (Km. 96), Bora Bora (Km. 96), Bonita (Km. 98) y Costa de Sol (Km. 98), en Asia.
En dichos lugares, igualmente, se han colocado tranqueras o puestos de vigilancia en los accesos a la playa.
En la playa Totoritas (Km. 85), en Mala, una tranquera obstruye la bajada al mar. Los vigilantes solo permiten el ingreso de vehículos de los propietarios de las residencias.
Si bien aquí sí está permitido el acceso peatonal de cualquier ciudadano, estos están forzados a estacionar sus autos cerca de la tranquera y caminar más de 300 metros para llegar al mar. Es decir, en la práctica hay una restricción.
Sin embargo, un hecho que rebasa los límites es que ni el municipio de San Antonio de Cañete puede ingresar a sus playas.
“No tenemos libre acceso. Para notificar a los residentes y entregarles las cuponeras de pago (por impuesto predial) tenemos que pedir permiso a la administración de los condominios y de los clubes”, dijo Alex Echevarría, gerente de Rentas de esa comuna.
DIVIDEN PLAYA EN DOS
Otra restricción ocurre en Naplo (Pucusana), cuya playa ha sido dividida en dos: una parte para el público en general y la otra para los residentes. Un muro de concreto y cuerdas –custodiadas por vigilantes– separaran este balneario.
Enrique Bazo, presidente de la Junta de Propietarios, sostuvo que esta polémica medida no es discriminatoria. “La gente puede ingresar sin ningún problema, siempre y cuando no traiga comida”, señaló.
Los residentes de Naplo no se bañan con los visitantes, e incluso usan sombrillas que los diferencian (de color blanco). (Nancy Dueñas)Si te interesó lo que acabas de leer, recuerda que puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.