Madres guerreras: Mujeres policías que combinan ternura y valentía

Valientes, guerreras y apasionadas. Tres grandes virtudes que toda madre policía debe tener para sobreponerse ante los embates de la vida o, mejor dicho, de la calle. Nacieron para imponer respeto, para ayudar al prójimo, pero sobre todo para dar amor. Su tiempo lo reparten entre quienes más las necesitan. Son madres, amigas y confidentes. Su nobleza radica en cumplir con el mismo esmero, tanto las labores cotidianas del hogar, como las de su sacrificado trabajo. Antes de salir de casa, un beso, un abrazo y una bendición a sus familiares, es para ellas una costumbre santa, pues son conscientes que podrían ser las últimas 24 horas de su vida.

Técnico de segunda Mónica Zevallos Gutiérrez (36) – Unidad de Desactivación de Explosivos (UDEX)

“Soy madre, amiga y confidente de mi hija. La he criado sola desde los seis meses de nacida y tenemos un lazo muy fuerte”, asegura Mónica. Los golpes de la vida no le han impedido a esta valiente suboficial, sacar adelante a su niña, como ella la llama aunque ya tenga 16 años. Con esfuerzo e ingenio le viene pagando sus estudios de Ciencias de la Comunicaciones en una reconocida universidad privada. Dice que su mayor recompensa es haber estado presente en sus mayores alegrías y tristezas. “Mi hija me llama todo el día. Quiere saber si estoy bien, está pendiente de la hora que regreso a mi casa. Sabe que yo trabajo desactivando granadas, explosivos y tiene temor de que no regrese más”, nos cuenta.

En esta ardua tarea, Mónica resalta la ayuda de su madre. Ella ha ocupado los vacíos que pudo haber dejado en su hija debido a su trabajo. Lamentablemente la vida parece jugarle una mala pasada. “Desde hace 2 años le detectaron cáncer al seno a mi madre. Ha sido un golpe durísimo. Sin embargo, su fuerza me contagia, me tranquiliza y me hace pensar que todo estará bien”, señala la suboficial de la UDEX.

Ella lleva más de 17 años como policía y 6 en la UDEX. Esa adrenalina que lleva dentro y la pasión por los explosivos ya ha podido costarle la vida. “Acabamos de sacar un explosivo y he mantenido mi distancia reglamentaria. En una de las primeras intervenciones no medí bien la distancia y el explosivo hizo que la llanta de protección saliera volando, fue un momento difícil”, nos cuenta.

Suboficial de primera Ana Domínguez Cruzado (28) – Escuadrón de Emergencia

“Cuando dijo que había fallecido (el bebé) solo pensé en mi hijo”.
Se define como una mujer de carácter. Sin embargo, su hijo de tan solo dos años y medio logra sacarle su inmensa ternura. “Mi hijo lo es todo, por él maduré y me hizo ver la vida de otra manera”, nos cuenta. Un pasaje de su vida, cuando ya era policía, la marcó para siempre y le hizo valorar aún más a su pequeño Jasiel.

Una mañana recibió una orden: debía auxiliar a una madre y a su hijo que presentaban problemas de salud y que se encontraban en un taxi en la intersección de las avenidas Los Héroes y San Juan, en San Juan de Miraflores. Cuando abrió la puerta del taxi, la madre estaba en medio de una crisis de pánico y en sus brazos llevaba a su hijo que apenas podía respirar. “Este angelito tenía 6 meses, casi la misma edad que tenía mi hijo en ese momento. No esperé a nadie, lo tomé en mis brazos y lo llevé a la posta médica que estaba a una cuadra. Le rogué al doctor que lo salvara”, nos cuenta aún con voz entrecortada.

Mientras la suboficial intentaba calmar a los padres quienes se culpaban de lo que había pasado con su bebé, el doctor les dio la más terrible noticia de sus vidas. “El bebé se había ahogado mientras la madre le daba de lactar. Cuando escuché que el pequeño había fallecido, solo pensé en mi hijo. Han pasado más de 2 años desde que pasó esto y no me he podido sacar este triste recuerdo de la cabeza”, admite Ana. No obstante, ella debe continuar, y día a día sale de casa a enfrentar la calle, rogando regresar pronto para abrazar y besar al amor de su vida: su hijo.

Técnico de tercera María Díaz Bhraunxs (38) – Escuadrón de Emergencia

Ella parece no tener problemas con el sacrificio ni la disciplina. Ser madre de dos niñas de 8 y 10 años muchas veces le quita horas de sueño, pero lo soporta todo con tal de ser un ejemplo para ellas. “Mi día empieza a las 4:00 de la mañana. Tengo que preparar las loncheras y alistarles su ropa. A las 5:20 las despierto, luego las baño y las dejo bien peinaditas para que vayan al colegio. Esta es mi rutina de los últimos 10 años”, afirma María quien esconde muy bien su cansancio.

La vida se ha encargado de probar su fortaleza y admite que han sido momentos de mucha tensión y sacrificio. “Por la edad, mis hijas están propensas a enfermarse. La mayor de mis niñas ha convulsionado dos veces por fiebres altas. En ese momento, yo debía cumplir 24 horas de servicio y a pesar que quería estar con mi niña, no podía ausentarme de mi unidad. Soy policía y, cuando decidí servir a mi patria, sabía en los que me metía”, afirma.
Su lado maternal también lo ha aplicado en los 17 años que lleva sirviendo a su institución. Uno de los casos que más le impactó fue uno de violencia familiar. Ella auxilió a la víctima y la llevó al médico para que la chequeen. “Le dije el amor no es violencia, el que ama no lastima. Me salió del corazón porque estaba muy golpeada y ella siempre terminaba perdonando a su pareja”. Lamentablemente, este no fue el único caso que le tocó ver de cerca. Pero no solo brindó su ayuda a mujeres víctimas de violencia familiar, sino que ahora, desde el Escuadrón de Emergencia, debe enfrentar a la delincuencia.