En los 80s, antes de que en nuestras manos cayera un solo poemario de César Vallejo, miles de adolescentes españoles como yo teníamos colgado en las paredes de nuestro dormitorio un poster muy especial de la mítica revista de comics Zona 84: en dicho póster, su creador retrataba un trasero femenino perfecto, solo maculado por la espuma de su reciente baño y el interés de un dragoncito que brotaba de una pastilla de jabón, añadiendo el toque fantasioso exigido por esta publicación de ciencia-ficción. Para entonces, el limeño Boris Vallejo, autor de esta deslumbrante obra, ya era uno de los más admirados y exitosos ilustradores de todo el mundo. Resulta irónico que, como el otro gran ilustrador erótico del Perú, Alberto Vargas (a quien ya dediqué un merecido homenaje en esta sección ), este Vallejo sea mucho más conocido fuera de su país que dentro.
Un fanático de la fantasía y el culturismo
El pasado enero, Boris Vallejo cumplió 76 años: nacido en Lima en 1941, este hijo de abogado demostró desde niño su preferencia por la creatividad pictórica, llegando a estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. En 1964, comprendiendo que si deseaba alcanzar sus sueños como artista debía trasladarse a la meca de la industria cultural, emigró con 23 años a Estados Unidos, concretamente a Nueva York: no hablaba una palabra de inglés y apenas llevaba dinero consigo, pero a base de esfuerzo y constancia empezó a hacerse un nombre en el mundo de la ilustración.
Su pasión por el cuerpo humano y por el deporte (especialmente por el culturismo) le llevó pronto a dibujar fantasías hiperrealistas protagonizadas por musculosos héroes: sus primeras obras en ese terreno, protagonizadas por mitos de la cultura popular como Tarzán de los monos o Conan el Bárbaro, le convirtieron rápidamente en un digno sucesor del maestro Frank Frazetta.
La década de los 70s fue su plataforma de lanzamiento a la fama, al firmar en ese período más de 300 espectaculares trabajos: desde carteles para films a portadas de discos, revistas de comics, anuncios publicitarios y videojuegos, sus pósters inundaron los hogares de todo el mundo.
<7h2>Espada y brujería
Su especialidad en esa época fue la asombrosa creación de mundos imaginarios, poblados con robustos guerreros y valerosas heroínas, impresionantes monstruos y elementos sobrenaturales, propios todos del subgénero que popularizaran literariamente visionarios estadounidenses como Edgar Rice Burroughs o Robert E. Howard, y que durante esos años cuajaría visualmente a través de cientos de películas, historietas y parafernalia visual de muy diverso cuño: Boris Vallejo se convirtió en la imagen oficial de esa categoría que se conoce como “espada y brujería”.
El cine pronto requirió su talento: en 1977 le encargaron realizar un nuevo póster para el reestreno de la película Barbarella, original de 1968, y ese exitoso trabajo le llevó a numerosas colaboraciones más. Incluso la entonces reciente saga de Star Wars, en plena fiebre de su expansión popular, buscaría su cotizado pincel para una serie especial de ilustraciones basadas en el universo de George Lucas que se divulgó como material promocional a través de la multinacional Coca Cola.
Ya en los 80s, varios largometrajes de espada y brujería contaron con su esplendoroso arte, desde la saga Deathstalker hasta Barbarian Queen. En la mayor parte de ocasiones, debido a que casi siempre se trataba de producciones enclavadas en la serie B (con el mecenazgo de avispados empresarios como Roger Corman), lo más destacado y meritorio de tales películas era, precisamente, la aportación de Vallejo. La difusión de su estética fue tan generalizada que él mismo la autoparodió para los pósters de las comedias National Lampoon’s Vacation y su primera secuela, protagonizadas por Chevy Chase y escritas por el llorado John Hugues.
Merecido revival
Vallejo no solamente continúa en activo pese a ser ya septuagenario, sino que nunca ha dejado de producir con regularidad su fantástico trabajo. En 1994 su vida dio un giro cuando contrajo matrimonio con la culturista y pintora Julie Bell, quien junto a él desarrolló su también asombroso talento para la ilustración. Desde entonces, ambos comparten no solamente una vida en común, sino asimismo su estudio de trabajo, dado que llevan dos décadas pintando a apenas unos metros uno del otro.
Ignoramos en cuántas ocasiones haya regresado Boris Vallejo a su tierra natal, pero sería deseable un justo homenaje a su personalidad y obra, ahora que todavía se encuentra en plena capacidad artística y vital. Sería lamentable limitarse a hacerse eco de la trascendencia que su trayectoria profesional tiene a nivel internacional.
Datos:
En 1979, Boris Vallejo ganó el Premio al Mejor Artista de los British Fantasy Awards por su ilustración titulada “La princesa amazónica y su mascota”.
La banda musical estadounidense Ween creó una canción titulada Vallejo, que es un homenaje explícito al artista que nos ocupa: su baterista compartió clases en un instituto de New Jersey con los hijos del ilustrador.
Vallejo ha colaborado en numerosas ocasiones con su esposa Julie Bell, uniendo creatividad en la realización de varios cuadros. Hoy día incluso comparten página oficial, donde se pueden admirar muchas de sus obras: www.borisjulie.com
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