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Sexo.21: Alberto Vargas, el peruano que pintó a la mujer moderna

Sigue siendo la más insigne referencia en el arte de la pin-up erótica.

Alberto Vargas, el peruano que pintó a la mujer moderna. (Internet)
Alberto Vargas, el peruano que pintó a la mujer moderna. (Internet)

Hace una semana, concretamente el 9 de febrero, se cumplieron 120 años del nacimiento de Alberto Vargas, el arequipeño que conquistó los Estados Unidos con sus retratos pin-up de mujeres de fantasía, además de definir el modelo más perdurable de chica sexy y autosuficiente del siglo XX, gracias a sus ilustraciones para las revistas Esquire y Playboy.

Alberto era hijo del reputado y pudiente fotógrafo arequipeño Max T. Vargas. Tras diversos estudios artísticos realizados en París y Génova durante los años 10, la Primera Guerra Mundial impelió al joven Vargas a regresar al Perú, vía New York. Pero en su escala allí quedó tan conmovido ante la belleza de las mujeres neoyorquinas, desbordantes de modernidad, independencia y autoconfianza, que decidió instalarse en la ciudad que nunca duerme. “Tantas mujeres bonitas…”, repetiría.

Permanecer en New York le costó no contar nunca más con el apoyo financiero de su padre. Eso no le arredró: en 1939 se nacionalizó estadounidense.

UN CANON IRREPETIBLE
En 1919, Vargas logró sustituir a Raphael Kirchner como retratista oficial de las estrellas de Broadway en las producciones teatrales de The Ziegfeld Follies. Siguieron 12 fructíferos años de colaboraciones. Allí, según confesó, aprendió la diferencia entre “el desnudo y la lujuria”.

Torpe y desinteresado en asuntos de dinero, vivió también tiempos duros durante los que perfeccionó sus técnicas pictóricas, especialmente la acuarela y el aerógrafo, logrando finalmente obtener encargos para pintar a estrellas de Hollywood como Greta Garbo o Shirley Temple.

En 1940 sería de nuevo el sustituto ideal de otra leyenda: George Petty, uno de los autores más célebres de ilustraciones pin-up, esto es, dibujos de estereotipos de mujeres que eran “claveteados” en la pared para solaz de millones de personas, y que acabaron formando parte de la cultura pop del siglo XX.

Vargas reemplazó a Petty en la revista Esquire de 1940 a 1947 y sus ‘Varga Girls’ (la revista le cercenó la ‘s’, imponiéndole el apellido artístico) fueron visibles no solamente en los hogares estadounidenses, sino también en los fuselajes de los aviones y tanques que combatieron en la II Guerra Mundial. Esquire maltrató a Vargas: en 1941, por ejemplo, su calendario vendió por pedidos de correo más de 300,000 ejemplares, pero él no vio un centavo de todo ese negocio.

Con Esquire, Vargas consolidó su modelo de mujer ideal: alegre, elegante y estilizada, poseedora de una sensualidad natural que cautivó la atención de todo un país y más tarde del mundo entero. La Chica Varga no se avergonzaba de ser sexy y fue la más exitosa representación y símbolo de la mujer estadounidense en su encarnación del idílico american way of life.

CHICAS PLAYBOY
En 1960 aguardaba una nueva y agradable sorpresa: Hugh Hefner, otro ex empleado resentido con Esquire, fichó a Vargas para su “revista para hombres”, Playboy. Aunque el artista ya contaba con 64 años, se volcó con entusiasmo en las 152 ilustraciones que pintó para la mítica publicación hasta 1976. Dos años antes había fallecido su esposa y musa Anna Mae Clift, quien décadas atrás lo enamorara con su cabello rojo y llameante… la muerte de Anna lo sumió en una desgana progresiva ante el oficio de la pintura.

Sus “chicas Playboy” revelaron más de lo que hubiera sido posible en décadas anteriores (aunque nunca le gustó mostrar el vello púbico de sus heroínas) y, además, en sus páginas no solamente dibujó mujeres blancas: deslumbrantes muchachas negras también protagonizaron varias de sus obras, contribuyendo a la reivindicación de la belleza multirracial.

A partir de los años 70 llegaría la legitimación intelectual del arte de Vargas y su reconocimiento como influencia ineludible en el imaginario colectivo americano, merced a un talento artístico puesto por entero al servicio de la belleza femenina. Y es que, como decía él mismo, “¿existe algo más hermoso que una mujer hermosa?”.

DATOS

  • Su esposa Anna Mae no fue solo su primera modelo, su eterna compañera y mayor fuente de inspiración: durante 44 años fue su agente y defensora acérrima de su patrimonio artístico.
  • En su autobiografía, Vargas explica los abusos contractuales de Esquire y cómo el director de arte Reed Austin logró que lo contratara Playboy, restaurando de paso la ‘s’ de su apellido.
  • Convencido por su sobrina y a sus 83 años, Vargas ilustró la portada del disco Candy-O (1979) de The Cars. La idea partió del baterista, David Robinson, coleccionista de pin-ups.

Por Hernán Migoya (sexo21@peru21.com)


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