Diplomático de carrera y ex ministro de Relaciones Exteriores cuya labor el país debe agradecer por lo hecho en La Haya, José Antonio García Belaunde asegura que el problema de representación política es grave en el Perú.
“Los partidos no han sabido adaptarse a esta nueva realidad y salir al frente con algo nuevo que decir”, comenta con voz firme, y añade que los peruanos quieren que el gobierno se ocupe de temas particulares, que le aseguren agua, luz, el camino a su casa. “Nadie está esperando el paraíso en la otra esquina”, expresa, y la realidad le da la razón.
¿Cuál es tu balance de los últimos 24 años?
Han sido años terribles, en los que vivimos el fin de la guerra desatada por Sendero, pero también años en los que, por primera vez, vimos luz al final del túnel, en que por primera vez siento que este país es viable.
¿Por primera vez sientes que el futuro puede ser mejor que el pasado?
Exactamente. Cuando éramos jóvenes, pensábamos que el pasado era mejor, pero después sentimos que no había futuro, lo que fue mucho peor. Y, de pronto, el futuro se abre. Más allá de las reformas económicas, lo cierto es que hay un periodo largo del fujimorismo que no es para sentirse orgulloso de él.
Creo que un país que no permite el crecimiento de la clase política, el desarrollo de instituciones, que envilece la vida política, con coimas y cosas por el estilo, es un país que uno no puede decir que va para mejor. Pese a ello, hemos podido, por primera vez, combinar un ciclo largo de vida democrática y de crecimiento económico.
Tengo la sensación de que, al caer el fujimorato, cae abriendo una espantosa caja de Pandora de corrupción. Sin embargo, siento que el pos-fujimorismo no ha cumplido con el encargo de encaminar al país en lo institucional, político y social…
Yo no estoy de acuerdo con eso. Creo que, si algo caracterizó al fujimorismo, fue la capacidad para articular la corrupción desde el Estado. Corrupción ha habido, hay y va a haber, pero una cosa es la corrupción de un ministro, un general o un presidente regional y otra es que esta se articule en torno al gobierno. Yo siento que la descentralización del país fue muy mal hecha y estamos pagándolo ahora, pero eso no invalida, primero, la necesidad de descentralizar el Perú y, segundo, tampoco nos puede hacer creer que todo es lo mismo. Mal que bien, tenemos una serie de instituciones que funcionan, con sus defectos y virtudes, y además existe una prensa que nos está diciendo a diario qué está mal. Eso no lo teníamos antes. Yo sí creo que tenemos un estado de cosas mejor del que teníamos antes.
En una reciente entrevista, Francisco Tudela decía que en el Perú vivimos con los odios del pasado. ¿Tú sientes que es así, que no terminamos de pasar la página de los odios y enfrentamientos?
Diría que, por un lado, sí existe algo de eso, pero hay otra cosa que siempre me ha llamado la atención, y es que el Perú no perdona a sus dictadores. La prueba más evidente es el caso de Leguía, que se parece bastante al caso de Fujimori, es decir, dictadores que gozaron de una inmensa popularidad, que creyeron que fundaban una patria nueva o un nuevo orden, y, una vez hicieron lo que tenían que hacer, la gente prefiere olvidar esa etapa, decide que es mejor no hablar de ello. Normalmente hemos descalificado ad hóminem, y la batalla de las ideas se ha dado en otro campo, entre intelectuales, un campo más restringido, no en la política.
Pero hoy ni siquiera hay ese debate intelectual…
Así es. Hoy no hay debate.
Y, mientras no haya debate, estamos permitiendo que las cosas sigan caminando con inercia, pero sin instituciones, y terminamos viendo que cada quien hace lo que le da la gana…
Lo que nos falta es la idea de república, tener claro el proyecto de república. Por eso me gusta mucho el trabajo de Carmen McEvoy, porque pretende rescatar el concepto de república, que existió un proyecto de república, y ese proyecto lo representa mejor que nadie don Manuel Pardo con el primer civilismo, pero se diluye en el camino. No hemos sabido recuperar la idea de que esto es una república.
Quienes debieran estar al frente de ese proyecto son los partidos políticos, pero hoy difícilmente encontraremos partidos políticos que actúen como tales…
Hay un problema de representación política que en nuestro país es más grave, pero que existe en todas partes del mundo. Y creo que tiene que ver con las nuevas formas de comunicarse de la gente. Si cuento con redes sociales para expresarme, no necesito de un partido político para que me represente. Ya tengo voz, y mi voz puede ser escuchada, aunque sea por un pequeño grupo de gente. Los partidos no han sabido adaptarse a esta nueva realidad y salir al frente con algo nuevo que decir. Y no hubo fin de la Historia, como dijo Fukuyama, pero sí fin de las ideologías. A la gente lo que le preocupa es que el gobierno se ocupe de temas muy particulares, que le asegure agua, luz, el camino a su casa; ya nadie está esperando el paraíso en la otra esquina. Lo que la gente está buscando es que se le resuelvan temas muy concretos.
¿Tú dirías que la gran tara para el desarrollo de los peruanos es la precariedad institucional?
Sí, faltan instituciones y también cultura institucional. Los peruanos están convencidos de que les va mejor solos que dentro de un sistema.
Según institucionalistas como Robinson o Acemoglu, la única manera de mejorar la calidad institucional es a través de consensos políticos. ¿Ves eso posible en el Perú de hoy?
Yo tengo la esperanza de que la actual crisis institucional puede llevarnos a esos grandes consensos.
¿Por teoría de caos?
Exacto, porque ya no se puede ir más allá.
Pero ahí hay un contraargumento local: el caso del fútbol peruano. La selección peruana ha acabado en los últimos puestos en las últimas cuatro eliminatorias y, claro, todo el mundo piensa que eso va a generar un cambio, pero no es así…
Por eso digo que tengo la esperanza, la ilusión, de que ocurra. No ha sido este tampoco un gobierno dialogante, lamentablemente. Ni es un gobierno que ejerza liderazgo, eso está clarísimo. Al contrario, es un gobierno que permite que las cosas fluyan desordenadamente.
Habiendo trabajado en el segundo gobierno de Alan García, tengo que preguntarte por qué no se tomaron decisiones al respecto…
Yo tengo la impresión de que el presidente García vivía muy obsesionado con que esta era una circunstancia muy especial y el Perú tenía que aprovechar esa oportunidad o perdía un ciclo histórico, y empeñó todo su esfuerzo y capacidad de liderazgo en esa tarea, y lo otro lo dejó un poco a su suerte. Dicho esto, me gustaría rescatar algunas cosas: los nombramientos de grandes autoridades, el responsable del INEI, del Reniec, el contralor general, etc., fueron por concurso. Pero sí es cierto que le faltó una mayor ambición en ese sentido.
¿Podríamos resumirlo en que el presidente García estaba más preocupado por lo económico que por lo institucional?
Sí, yo creo que sí, lo cual es muy extraño, porque al interior del gobierno él era muy institucional: discutía los temas con el primer ministro, no con cualquiera; no tenía un grupo de amigos que iba a Palacio. Él escuchaba y luego las discutía con la dirección política del partido y recién después iba al Consejo de Ministros.
¿De cara al futuro, cuán preparado crees que se encuentra el país frente a los enormes cambios tecnológicos que tenemos por delante? ¿Qué áreas ameritan reforma urgente?
Voy a decir una verdad de Perogrullo, pero el primer tema aquí es la educación, y me temo que recién se está empezando a tocar el tema seriamente con este nuevo ministro. Hemos perdido dos años como si nada, tratando de refundar cosas en vez de agarrar la reforma que se hizo en el gobierno anterior y mejorarla… Se quiso empezar de cero. Ese complejo adánico es fatal para un país, porque cada cinco años se comienza de nuevo. Debo decir, en honor a la verdad, que no fue ese el caso en Relaciones Exteriores, donde las cosas centrales se mantuvieron. Sentar las bases con una reforma en la educación es vital. Luego creo que la población debe sentir una mayor cercanía del Estado; quizá eso se articule con una reforma del Estado y judicial.
¿Cómo ves las relaciones con los países de la región, con estos dos bloques, por un lado, Bolivia y Ecuador que van camino a la reelección indefinida –aliados con Venezuela y Brasil (que parece haber iniciado una senda priista, a la mexicana)–, y, por otro, los países de la Alianza del Pacífico?
Acá hay dos aspectos: el relacionado a las relaciones internacionales y el que tiene que ver con el proceso interno de cada uno de los países. Respecto a las relaciones internacionales, yo diría que el Perú ha ganado mucho. En el año 2006 García se enfrentó al chavismo, y lo derrotó. ¿Quién representaba al chavismo, entonces? Humala. Pero, en el 2011, Humala ya no se atrevió a salir del brazo con Chávez, porque en esos cinco años el desprestigio del modelo había sido muy grande. Entonces, si el 2006 teníamos una especie de guerra fría de baja intensidad, en el 2014 no existe tal cosa. Existen países con una democracia de baja intensidad y los que estamos insertos en la modernidad tanto económica como política. Y convivimos sabiendo que hay cosas que no podemos hacer juntos y hay cosas que compartimos.
¿Cómo crees que se resuelvan esas diferencias?
El caso de Argentina y el caso de Venezuela son casos de economías fallidas que van a estallar. Un día o dos más, pero eso va a estallar. No es así el caso de Brasil; yo no creo que el Partido de los Trabajadores sea capaz de alcanzar un nuevo periodo. En esta ocasión, gracias a Lula y con un esfuerzo inmenso, Dilma consiguió el triunfo, pero eso no da para que lo vuelvan a intentar. Lo que queda es la posibilidad de Correa y Evo Morales, que son líderes carismáticos y en cuyos países no hay alternativas visibles.
¿No hay alternativas o no hay democracia plena, porque en, el caso ecuatoriano, no hay prensa independiente y, cada vez que un líder político levanta cabeza, de inmediato es reducido por un francotirador desde el Gobierno Central? Así nunca va a existir la posibilidad de alternancia en el poder.
En efecto, que no haya alternativa es también por eso. Lo hemos visto, sin ir más lejos, aquí en los años 90. Estos gobiernos de presencia tan marcada, que cubren todos los espacios, no permiten la aparición de nuevos líderes. Pero les irá bien mientras les va bien la economía; después de eso no sabemos.
¿Cómo ves al Perú camino al bicentenario? ¿Crees que deberíamos ponernos algún tipo de meta u objetivo que, por un lado, nos una y, por otro, nos acerque al sueño republicano?
Yo siento que, en un momento dado, en el gobierno anterior hubo una conjunción de factores que hizo que hubiera cierta ilusión. El éxito indudable de Gastón Acurio, no solo como empresario sino como líder capaz de galvanizar una idea, y el crecimiento constante de la economía, entre otros. Esa dinámica se ha ido perdiendo. De alguna manera, el tema gastronómico empieza a dar paso a cierta insatisfacción, como que no es suficiente como señal de identidad, y hay una sensación general de que no estamos tan bien económicamente como esperábamos estar ni como estábamos. Recuperar esa tonalidad de esperanza debería ser nuestra primera tarea. Para ello obviamente habría que recuperar la senda de crecimiento, pero también habría que empezar a entender la diversidad del país, empezar a tener resultados en materia educativa y de salud. Los temas más inclusivos son siempre estos dos. Me preocupa, eso sí, que no tengamos muy claro que necesitamos de ciertos elementos para generar entusiasmo con miras al bicentenario. No parece que estemos pensando qué va a definir nuestra celebración.
Esa parece una marca de nosotros, los peruanos: ir improvisando según avanzan las cosas…
Yo creo que se ha perdido, al menos hasta ahora, la oportunidad de hacer una tormenta de ideas acerca de qué es lo que el país requiere, qué es lo que debemos hacer, de cara a esa fecha.
Eso no necesariamente tiene que nacer de la clase política. Podría partir de la sociedad civil, las élites, la universidad.
La cuestión es quién los convoca…
Cualquiera de esas instituciones. Tampoco es que sea una responsabilidad exclusiva del gobierno hacer ese llamado, generar consensos. Me da la impresión de que no solo la clase política, sino también estas otras instancias viven alejadas de la necesidad de formar consensos mínimos para mejorar el futuro del país…
Aquí vivimos mirando demasiado al pasado, y nos lamemos las heridas, resucitamos rencores, revivimos aquello que nos hizo sufrir o generó frustración. No somos capaces de mirar al futuro.
Ello habla mal, ya no de la clase política, sino de todos los peruanos. Que no haya 15 o 20 personas capaces de unirse detrás de un objetivo común, plantear consensos para la mejora del país… ni los empresarios, ni la academia, ni los artistas, ni la partidocracia…
Yo entiendo que hay algunos vínculos que no se han desarrollado lo suficiente.
Dentro de lo que queda de este gobierno, ¿qué cosas crees que se pueden hacer? ¿Qué cosas aconsejarías tú para este año y medio que restan?
Avanzar en el tema educativo, ya que finalmente están bien perfilados. Y el próximo gobierno debería mantener esa senda, con los ajustes que se requieran, claro, pero el tema parece por fin perfilado.
DATO
- Hijo del jurista y ex presidente de la Corte Suprema Domingo García Rada y Mercedes Belaúnde Yrigoyen. Es nieto de Víctor Andrés Belaúnde Diez Canseco y sobrino de Fernando Belaunde Terry, hermano del congresista Víctor Andrés García Belaúnde y tataranieto del ex presidente del Perú, general Pedro Diez Canseco Corbacho, además de ser chozno del prócer José Hipólito de Unanue y Pavón y del célebre canciller José Gregorio Paz-Soldán y Ureta.
GESTIÓN DIPLOMÁTICA
- Desde el 28 de julio de 2006 hasta el 28 de julio de 2011 fue ministro de Relaciones Exteriores del Perú; permaneció todo el segundo gobierno de Alan García y fue el canciller más longevo en el cargo teniendo en cuenta que ostentó el puesto durante todo un periodo gubernamental constitucional.
- Su gestión se caracterizó por optimizar la relación diplomática con los países vecinos, concluir el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos hasta su entrada en vigencia el 1 de febrero de 2009, suscribir 12 acuerdos similares con la Unión Europea (en espera de su ratificación por la instancia europea para su entrada en vigencia), China, Canadá, Chile, Corea del Sur, Japón y otros países de tal manera que más del 80% del comercio internacional peruano es realizado bajo esta modalidad.
- Durante su mandato, el Perú ha sido miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante los años 2006 y 2007.
CANCILLER
- A poco de finalizar su labor como canciller de la República, García Belaunde deja avanzado el 80% de la demanda entablada por el Perú a Chile sobre la delimitación marítima entre ambos países, habiéndose culminado la fase escrita del proceso judicial.
- El 3 de junio de 2011, García Belaunde es condecorado por el Congreso de la República con la Medalla de Honor del Parlamento en el grado de Gran Cruz por su destacada labor y sus logros como canciller y su defensa de los intereses peruanos en el exterior.
- En el plano interno del Ministerio de Relaciones Exteriores, ha logrado trabajar en un ambiente de distensión y sin exclusiones personales por orientaciones políticas, ya que no quiso reflejar en sus colegas aquellas exclusiones sufridas por él mismo en el pasado. Tras dejar el cargo de ministro de Relaciones Exteriores, el balance de su gestión dejó una elevada aprobación ciudadana.
Por: Juan José Garrido (director@peru21.com)
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