Mauricio Mulder,Pido la palabra
Congresista
Un escándalo tapa a otro y aunque fuera protagonizado por personajes adscritos al Gobierno, en solo una semana hemos pasado del caso Nancy Obregón y la ‘narcocampaña’ nacionalista, a la grabación de Jiménez, Cateriano y San Martín y, luego, a la indolencia del Gobierno ante la huelga médica.
Este es un Gobierno impermeable a sus pellejerías. En todos los casos de corrupción que han tenido, nunca han aceptado culpas y jamás, Ollanta Humala, ha marcado deslindes con las trapisondas de su entorno. Ni en el caso Alexis ni en los niños muertos de Mocha García Naranjo ni en el caso Chehade –salvado por el voto de quien hoy quiere pasarse a la bancada oficialista– ni en las intoxicaciones de Qali Warma ni en el papelón de Ranrapata y los pioneritos ni en el caso de los congresistas falsificadores, sentenciados, prontuariados y vinculados al contrabando o el narcotráfico o los lobbys del señor Abugattás, las mentiras del señor Arbizu, las donaciones congresales de bienes incautados por la Sunat y la lluvia de millones de su socio Alejandro Toledo…y un largo etcétera, han dado credibilidad a la famosa frase “caiga quien caiga”.
Sólo han optado por negar las evidencias y esperar que el escándalo se tape con otro, si es del rival mejor. Esto se puso en evidencia cuando el país constataba atónito las sólidas vinculaciones de una excongresista con el narcoterrorismo. En ese momento preciso, el congresista Tejada, acatando órdenes, denunciaba que un grupo de conmutados había hecho ingentes aportes al PAP de … 17 soles. Había que devolver la pelota a como diera lugar. A la oposición hay que tenerla siempre contra las cuerdas, defendiéndose de cualquier ataque, solo por el gusto de verla como se defiende.
Pero el ambiente nacional se va tornando irrespirable. Si sumamos, además, el paro médico, muchos podrían sorprenderse de que en un ambiente así pueda crecer una economía, cualquiera que fuere. Y si bien es cierto sigue creciendo, pero se desacelera, la pregunta que nadie podrá responder es cuánto más se pudo crecer si tuviéramos un presidente que, en lugar de promover y atizar estas cosas, ejerciese de verdad su condición de personificador de la Nación.Pero no. El señor Humala sonríe cachaciento cuando un solícito ministro pretende ganarse puntos con su alteza, agrediendo a la oposición. El Jefe de Estado disfruta del acuchillamiento, le vacila escucharse profiriendo adjetivos que el supone ingeniosos. No propicia ni buscará un sosiego nacional porque no está compenetrado con el diálogo como valor. Él solo ve amigos, enemigos y órdenes sin duda ni murmuraciones.
No se puede construir democracia sin diálogo ni hojas de ruta sin consenso. Es algo que en dos años ya debiera haberlo aprendido.
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