Fritz Du Bois, La opinión del director
La pegajosa publicidad de Hernando de Soto, hace algunos años, nos pintaba a un emprendedor que para salir de la pobreza necesitaba de una semilla, de un pequeño capital. Hoy, ese recursero informal se ha consolidado y ha dado paso a un pequeño empresario, formando parte de una clase media emergente que se ha convertido en nuestro segmento social más dinámico. Más aún, los emergentes ya representan a la tercera parte de la población y, sumados a los que podríamos llamar la clase media tradicional, conforman el bloque mayoritario, lo que es un cambio estructural por el que nuestra sociedad está pasando.
Así, tenemos que, hace solo una década, el 60 por ciento de los peruanos estaban por debajo del nivel de pobreza y su principal preocupación era la sobrevivencia; su horizonte era de muy corto plazo. En realidad, su lucha era a diario. Ahora ocurre lo contrario: la mayoría tomaría un crédito hipotecario y la educación de sus hijos los tiene preocupados. Están mirando al futuro y aspirando. Lo cual nos lleva a un país que en una sola generación se está transformando de uno en el cual la mayoría no tenían nada que perder –por lo tanto, impredecible al máximo– a uno que se está estabilizando con una población que empieza a planificar para el largo plazo. Por ello es que los extremistas alrededor de Santos, por ejemplo, están tan exasperados por evitar la inversión, ya que ven que su mercado electoral, basado en la miseria y la desesperación, se está evaporando.
Por otro lado, los emergentes están sosteniendo el crecimiento con su consumo, ya que tienen una creciente capacidad de gasto y le están dando un nuevo impulso al boom inmobiliario. Por lo que haría bien el Gobierno en no caer en la complacencia, como le advierte The Economist, tratando de resucitar ‘dinosaurios’ como Petroperú. En lugar de ello, debería pensar en acelerar el surgimiento de la nueva clase media identificando las trabas que la están obstaculizando. Para empezar, siendo por naturaleza emprendedores, se debe, de una vez por todas, empezar a eliminar en serio la colosal maraña de trámites burocráticos que solo han sido creados para exprimirles más recursos a los ciudadanos. No tiene sentido alguno encarecer la iniciativa empresarial y crear nuevos puestos de trabajo únicamente para que entidades del Estado puedan tener más dinero para desperdiciarlo.
Mientras que también deberían asegurarse de que exista más oferta de educación y salud que la nueva clase media está demandando. Habiendo este gobierno archivado la reforma del profesorado –solo para congraciarse con el sindicato–, lo menos que pueden hacer es facilitar la inversión del sector privado para que tengan más posibilidades de lograr que sus hijos sean adecuadamente educados.
Al final, los emergentes no son ‘horrorosos’, como dijo una desubicada ‘revolucionaria’ añorando la división de clases de antaño, sino pujantes y aspiracionales. Son la clase media que necesitamos como país para poder desarrollarnos.
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