05.DIC Jueves, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Hoy les voy a contar la historia de un muchacho que decidió emprender en el Perú: ‘X’ era un joven ingeniero profesional como muchos otros en la sierra del país.

Nano Guerra García,Opina.21
nano@somosempresa.com.pe

Él, a diferencia de muchos, decidió que no quería ser un campesino u hombre de campo, sino llegar a ser agricultor o emprendedor del agro. Algo que es digno de mérito.

Así, marchó hacia la chacra, labró la tierra y comenzó a producir y crear su riqueza. Pero al poco tiempo llegó el Estado tributarista y, en lugar de felicitarlo por emprender, le pidió que pagara impuestos. ‘X’ aceptó esto y pensó: “Si hay que pagar por esta labor, pagaré”.

Debido a esto, contrató a una contadora que le ayudaba a pagar puntualmente su tributo al esfuerzo, el cual le debía al Gobierno.

Un día descubrió un error en sus declaraciones, y la Sunat le dijo que le debía dinero y que sería sancionado. Hasta aquí era comprensible lo que sucedía, por eso ‘X’ pagó.

Lo sorprendente llegaría poco después en una resolución de la Sunat en la que se le sacó del régimen agrario y se le indicó que debía pagar retroactivamente sus impuestos como si ‘X’ fuese un comerciante normal, y no un emprendedor del agro.

En otras palabras, la Sunat le estaba diciendo a ‘X’ que él nunca fue un agricultor, que nunca fue un emprendedor del campo como creía, y que le debía dinero desde que inició sus actividades económicas. Es decir, nunca existió.

Y todo esto pasó solamente por tener deseos de emprender.


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