Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Una de ellas, por ejemplo, afirma que pensamiento mágico es una forma de explicar el mundo basándose en creencias o interpretaciones erróneas sobre la relación entre causas y efectos. Esto que acabo de mencionar es típico de las sociedades primitivas, que ante un entorno incomprensible que afecta a sus vidas de forma caprichosa inventan ritos para controlar ese entorno. De acuerdo a ella nuestros antepasados se refugiaron en el pensamiento mágico como una manera de hacer frente a lo desconocido.
Me pregunto ahora, si en el tercer milenio que se ha inaugurado de manera tan aciaga, destructiva y desalentadora, el ser humano no sigue procediendo con igual o mayor dosis de irracionalidad que nuestros más remotos antepasados. En última instancia estos últimos practicaban ritos extraños –cuando no absurdos desde la óptica actual– para evitar aquello de las fuerzas naturales que les intimidaba. Hoy –más allá de que seguimos practicando ritos irracionales para atraer las “fuerzas benéficas”– nos hemos convertido en los depredadores estrella de los ecosistemas y nos justificamos en la creencia –mágica por todos los costados que se la mire– de que algo surgirá para evitar la cada vez más notorias furias con las que la naturaleza responde a nuestras agresiones. Seguir agrediéndola y esperar, simultáneamente, soluciones, es un derroche grosero de irracionalidad que opaca a los homínidos y a los hombres que nos precedieron. Hablar de progreso real en ese campo es solo una expresión de la vanidad vacía con las que suele desplegar sus tristes plumas el pavo real humano.
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