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Opinión

El PPC ha servido para rescatar ahogados de los ciclones políticos y así acomodarse –no obstante el irritado reclamo de sus más fieles partidarios– cerca de quienes representan lo opuesto a sus intereses. El Partido Popular Cristiano, históricamente conservador, ha terminado salvando de la revocatoria a una convaleciente Susana Villarán –que simboliza a la desordenada y errática izquierda– y esta semana, en el Congreso, ha inclinado la balanza a favor de un gabinete viciado por la evidente intromisión de la primera dama.

Augusto Thorndike,Columnista invitado
Todo esto para garantizar la “gobernabilidad” (su habitual justificación). ¿No es más importante para dicha “gobernabilidad” frenar el poder paralelo de Nadine Heredia? ¿Ese escueto comunicado de la PCM es acaso garantía de algo? No ha pasado ni una semana y las entusiastas voces del oficialismo ya empiezan a acomodar las cosas para la inminente reaparición de la primera dama. Teófilo Gamarra ha anunciado que ella sí puede viajar con los ministros y que “hasta puede dar propuestas de gobierno”. ¿Y el PPC? Parece estar flotando cómodamente en la corriente del poder que fluye hacia la mesa directiva del Congreso. Alberto Beingolea prepara la cancha y afirma que “hay condiciones” para que la oposición presida. Si vemos a un pepecista como presidente del Congreso en julio sabremos que hubo negociación. Antes de aventarle un salvavidas a este gobierno, debieron exigir un pronunciamiento claro sobre la situación en Venezuela, algo que sí hubiera sido coherente con su discurso político.


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