Lucía de Althaus,Opina.21
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Todos tenemos o hemos tenido miedo. Los miedos son parte de la naturaleza humana. Miedo a la bruja, a la oscuridad, al lobo; miedo a lo nuevo, al crecimiento, a las relaciones. Incluso, en su versión mas “saludable”, los miedos nos sirven para protegernos ante el peligro.
Pero los miedos que nos preocupan son aquellos que nos imposibilitan vivir ciertas experiencias o nos dejan intranquilos la mayor parte del día. Cuando un niño presenta miedos intensos y recurrentes, estos son reflejo de un estado interno (angustia, inseguridad, inestabilidad emocional, etc.), o son respuesta ante algún evento o información que los asustó. En estos casos, si no los entendemos, si los criticamos, no le prestamos el interés debido o los forzamos (de manera bruta e insensible) a enfrentar esos miedos, es probable que en vez de desaparecer, se mantengan o aparezcan bajo otra forma. Cuando hay miedos así, primero hay que entender la naturaleza del miedo. Luego ofrecerles nuestra ayuda para enfrentarlos cuando ellos estén listos, o estimularlos a que lo hagan, pero siempre bajo nuestra compañía y mirada, sin juzgarlos o ridiculizarlos. Así, con paciencia y acompañamiento, la seguridad regresa y los miedos se desvanecen.
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