Mijail Palacios Yábar
@mijailpy
La violencia de género sigue golpeando a sus víctimas. Para entender esos moretones y otras perlas, conversamos con el psicoanalista y docente universitario Julio Hevia, quien acaba de publicar su quinto libro ‘Del dicho al hecho’, que analiza clásicas sentencias del saber popular, como aquel que dice así: “a la mujer, ni con el pétalo de una rosa”.
¿Qué está pasando con la violencia de género?
El yugo que se aplica sobre el otro género está naturalizado por el hábito. Hoy la gente se escandaliza y se indigna, pero este tipo de comportamientos ha contado con la complicidad pasiva de la víctima, que obviamente no se ha instalado cómodamente en ese lugar. A la agresión física ha habido que agregarle la dependencia económica, el peso del qué dirán, la complicidad de cierto colectivo femenino.
¿Y por qué se fracturó parcialmente esa complicidad y medio millón de personas marcharon en #NiUnaMenos?
Es un quiebre de la propia estructura. Es un tema de desgaste natural, que a su vez conecta con un protagonismo creciente que ha ido desarrollando el género femenino en el siglo XX.
¿Será flor de un día o realmente estamos mejorando como sociedad?
No hay poder que no se resista a perder su predominio, no hay estructura que colabore con su propio aniquilamiento. Entonces, las resistencias se van a dar hasta el final y yo diría que en el contexto peruano hay cantidad de hombres a los que les sigue costando un trabajo enorme no responder con la violencia física ante el protagonismo femenino, el reclamo, ante la propia existencia de un punto de vista contrario o crítico.
¿Por qué todavía a un sujeto se le puede ocurrir pegar a una mujer?
Una discusión entre un hombre y una mujer puede convertirse en una evidencia de cuánto trabajo le cuesta al hombre “concederle” que ella discrepe. Estamos ante un problema de principios. La intolerancia es un elemento que caracteriza al mundo actual. Intolerantes nos hace la tecnología en la medida que obedece muy rápidamente al play, stop, mientras que al otro no le podemos pedir esa rapidez de reflejos o ese sometimiento a la cuestión instruccional en la que nos sumergimos en clave virtual.
Antaño se imponía la amenaza y hoy el golpe.
Si tú le preguntas a la mujer típica del Perú, qué es lo que hace el hombre en casa, en la mejor de las situaciones te dirá: “sí, ayuda” (con un tono conformista), porque obviamente el hombre peruano todavía no ha entrado en un rol de colaborador activo en el contexto hogareño. Este hombre aún espera que cuando la mujer llega de trabajar se encargue de la comida.
El juez y el policía también son protagonistas en esta ola de violencia de género y se habla de sensibilizarlos. ¿Por ahí pasa el problema?
Estamos hablando de funcionarios de instituciones que son claves para la administración de la justicia y el establecimiento del orden, pero que no en vano son hombres. En la medida en que la mujer crece y se autonomiza, el hombre reacciona de un modo hostil. Hay estudios que indican que el debilitamiento del deseo sexual e incluso la impotencia eréctil ocurre en los casos en que la mujer es la que tiene el mayor ingreso económico.
Pero más allá de que el fiscal y el policía son hombres, tienen un rol de funcionarios.
El principal problema es el hábito. Umberto Eco, cambiando el proverbio, dijo: “El hábito hace al monje”. Y aquí yo creo que el macho estándar en el Perú es un monje del propio machismo, de su propia causa y no la va a abandonar tan fácilmente.
¿El NiUnoMenos es una forma de aferrarse a ese hábito?
El hombre es víctima de otro tipo de cosas. Es víctima de un desfase histórico enorme; el hombre es víctima de una formación para la que fue diseñado durante siglos que no le es, precisamente, muy útil hoy; el hombre es víctima de la propia resistencia que él pone para adaptarse a un nuevo rol o un nuevo guion. El hombre es víctima de sí mismo, de los hábitos que ha pretendido perpetuar, a pesar de que la realidad de mil maneras se lo niega. La mujer ha demostrado una capacidad de trabajo enorme, la mujer lidera una serie de universos laborales aunque en condiciones desiguales de salario, pugna por emerger y con frecuencia emerge. Otro elemento que entra a tallar en esta problemática es el individualismo, íntimamente conectado a la intolerancia. Cada cual mirándose al ombligo, cada cual diseñando su propio proyecto.
¿Qué otorga el que calla?
El que calla no siempre es el que colabora con su propia victimización sino también es, hoy, el que prepara una venganza.
En su libro se lee: “un buen modo de ser coherente con el respeto a la libertad de expresión sería no tener que imponerla”.
Hay una especie de ‘fachismo’ de la libertad, así como hay un ‘fachismo’ de lo correcto. Hay nociones que no estamos manejando bien porque quizá acaban de llegar. Pero si me preguntaras si es preferible que coyunturas anteriores, yo diría que sí. Sin embargo, en el Perú no sabemos convivir. Estamos demasiado colocados en nuestro propio lugar. Mucha psicología y poca antropología. Cuando asumamos en este país que nuestra riqueza es que todos somos diferentes, ya no necesitarás entrevistarme.
Autoficha
- “Hay fraseos de los que la gente difícilmente se va a desembarazar, quizá porque son muy simples y directos y aplicables de mil situaciones. Pero que yo me haya permitido transformar otros fraseos, quizá sea en sí mismo un indicador de que ya no sirven en su estatuto original”.
- “Si yo digo cuando el chisme suena es porque ráting trae, todo el mundo va a pensar en unos cuantos personajes de nuestro entorno ‘chollywoodense’, por así decirlo. Y si digo al que la consigue lo persiguen, te remite a los nuevos ricos o al emprendimiento”.
- “En alusión al nombre de mi libro y en una clave tipo el huevo y la gallina, creo que los hechos son primero que los dichos. El dicho es el eslogan y el hecho la imagen. Lo que sí es interesante es que tú te aprendes el dicho antes de ver los hechos. Ahí el dicho opera como el prejuicio”.
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