Economista
No se puede masificar el gas a través del Gasoducto del Sur por la sencilla razón de que no hay gas. El gasoducto tiene rentabilidad social negativa y es un ejemplo de los proyectos que no necesitamos.
El gasoducto tiene serios problemas de raíz. El primero es que no cuenta con reservas garantizadas de gas, tal y como lo estableció la Contraloría en el 2015. El segundo es que tampoco hay demanda asegurada sino meras expresiones de interés, pues cuando se concesionó no se hizo un adecuado estudio de mercado.
Pero el problema fundamental del gasoducto es que el concesionario cuenta con ingresos garantizados. En efecto, el contrato de concesión establece que si no se transportan 500 millones de pies cúbicos de gas diarios, la diferencia la ponen los consumidores eléctricos peruanos. Es decir, haya o no haya gas, haya o no haya demanda, el concesionario tiene sus ingresos asegurados. ¿Y cómo se materializa la garantía? A través de aumentos en la tarifa de luz. De hecho, como se anticipa que no habrá ni gas ni demanda suficiente, la luz ya está subiendo desde el año pasado para hacer caja para el subsidio al gasoducto.
En un excelente artículo, Manuel Romero ha estimado el costo del subsidio al gasoducto en al menos 4 mil millones de dólares. Y el subsidio podría llegar a la friolera de 11 mil millones si se hacen otros proyectos complementarios al gasoducto.
El ex presidente Alan García se ha preguntado por qué el proyecto del gasoducto pasó de costar 1,400 millones de dólares en el 2011 a más de 7 mil en el 2014 cuando se concesionó. ¿Será acaso porque el proyecto del 2011 no tenía ingresos garantizados y el del 2014 sí? ¿Hubiese sido viable el gasoducto sin los ingresos garantizados que paga el consumidor eléctrico? Es vital esclarecer el proceso de concesión del gasoducto. Es irrelevante que Odebrecht esté o no en el proyecto.
¿Quién gana finalmente con el gasoducto, además del concesionario? El propósito de un proyecto energético es que, al aumentar la oferta, se reduzca el costo de la energía. Pero con el gasoducto las tarifas de luz aumentarán en lugar de bajar, golpeando los bolsillos de familias y empresas.
La campaña terminó el 5 de junio. Renegociar contratos, el polo petroquímico y la masificación del gas son sueños de opio que, por más populares que sean, solo se podrían hacer realidad a costa de onerosos subsidios, ineficiencia y pérdida de reputación del Estado peruano. No es cuestión de invertir por invertir.
Los sueños gaseosos de hoy pueden volverse las pesadillas de expectativas traicionadas de mañana.
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