El gobierno no puede permitir que el gasoducto del sur siga adelante si se toma en serio la lucha contra la corrupción. El gasoducto es nefasto porque Odebrecht, líder del consorcio ganador, disfruta de ingresos garantizados por 900 millones de dólares anuales, que se financian con aumentos en las tarifas de luz. En efecto, cada vez que prendemos la luz le estamos dando plata a Odebrecht y a sus socios. Si nos interesa el bienestar social, se debe paralizar el gasoducto y convocar a una nueva licitación sin ingresos garantizados para el concesionario.
Hacer el gasoducto, a diferencia de Camisea, tiene como consecuencia que suba el costo de la energía. Absurdo total. ¿Cómo así hacemos un proyecto energético para que suba la luz? El gasoducto es puro mercantilismo, un elefante blanco que se financia metiéndole la mano al bolsillo del ciudadano.
Urge explicar por qué el gasoducto pasó de costar 1,334 millones de dólares en el 2008, según Alan García, a 7,500 en el 2014. ¿A quién se le ocurrió dar luz verde al gasoducto con ingresos garantizados a sabiendas de que no había ni reservas de gas ni estudio de mercado? ¿Tanto se pueden equivocar en Proinversión? ¿Hubo interferencia de los Humala? ¿Hubo coima?
¿Por qué el gobierno se empeña en destrabar el gasoducto permitiendo que Odebrecht venda su participación? ¿No es obvio que vender es la salida ideal para Odebrecht? Si luego se descubre que hubo corrupción, ¿quién va a compensar al Perú? ¿Quién nos va a devolver la plata de las mayores tarifas de luz?
¿Por qué el gobierno no se empeña en defender los intereses del ciudadano renegociando el gasoducto? ¿Por qué, como apunta Manuel Romero en un magnífico artículo, PPK es tan generoso con Odebrecht? ¿No le basta a PPK saber que Marcelo Odebrecht está condenado a 19 años de prisión, que su manera de operar era la coima sistemática, que rompió la mano a diestra y siniestra en América Latina, que por cada millón de sobornos ganaba 4 millones en contratos? Urge investigar los proyectos de OAS, Camargo Correa y Andrade Gutierrez porque estas empresas utilizaban el mismo modus operandi de Odebrecht: sobreprecio y coimas por doquier. ¿Vamos a esperar a que los cómplices nacionales de los extranjeros corruptos escondan el dinero mal habido y se fuguen?
Si alguien ha recibido plata de constructoras brasileñas, debe decirlo si opina o informa sobre corrupción o ejerce función pública. Nuestra generación debe romper con el pasado de ineficiencia y corrupción. Defendamos al Perú. ¡NO al absurdo y desgraciado gasoducto de Odebrecht!
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