Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
¿Por qué, entonces, las reacciones, más viscerales que argumentadas, en contra? Tienen que ver con el sexo pues este echa por tierra todo fundamento cristológico del celibato impuesto a los sacerdotes; pierde justificación la superioridad de la vida consagrada a Dios sobre la vida de los cristianos seglares, y se desmonta la visión negativa que la Iglesia tiene de la sexualidad y la consiguiente represión sexual que impone”.
Agrega El País: “Escrivá rechazó así el planteamiento: ‘El matrimonio es para la tropa’. Concepto clasista que indica sexo para la tropa, cielo para los generales. Pero Escrivá no está solo en su menosprecio hacia la mujer. Decía Pablo de Tarso: ‘Es bueno para el hombre abstenerse de mujer’. Agustín de Hipona: ‘El marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer’ (sic). Tomás de Aquino: ‘La mujer es un hombre malogrado’. Juan Damasceno: ‘La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, ella ha expulsado a Adán del Paraíso’. Tertuliano: ‘No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni participar en las funciones masculinas, y mucho menos en el sacerdocio’”.
Después de tanta dulzura, quienes amamos a nuestras madres y compañeras –que, según entiendo, son mujeres–, ¿deberíamos abominar de ellas o deberíamos abominar de sus detractores?
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