Roberto Lerner,Espacio de crianza
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Un pequeño rechazado por sus pares duele. Cualquier padre haría lo que sea por borrar de la vida de su hijo o hija ese momento. No sólo es empatía. Revivimos rechazos pasados. Ansiamos que hijos y nietos sean populares. Lo que no es equivalente a ser una superestrella, sino tener amigos y gozar de ellos.
La aceptación del grupo de pares se hace importante hacia los cinco años de edad, cuando las personas necesitan a alguien más que los padres para sentirse bien. Es la construcción de un colchón de soporte para cuando uno encuentra problemas en la vida. Los niños sistemáticamente rechazados tienen más posibilidades de ser depresivos, transgredir normas, consumir drogas, tener mala performance escolar, entre otras cosas.
Hay que distinguir entre el niño activamente rechazado y aquel que no es tomado en cuenta. Los primeros generalmente son agresivos, perturban y son difíciles de manejar. Los segundos son soñadores, algo tímidos, no demasiado deportistas. Son individuos diferentes del promedio y que luego demostrarán, a través de habilidades especiales, su fuerza de carácter.
¿Qué es normal para nuestro hijo? Si goza leyendo y le gustan pasatiempos solitarios, no debemos preocuparnos mientras el todo esté balanceado con algo de socialización. Si siempre ha sido sociable y súbitamente deja de serlo, se aísla y no se junta con pares, la cosa es diferente.
Un ocasional “nadie me quiere” tampoco es para asustarse. Todos hemos sentido eso alguna vez y puede ser parte de un melodrama infantil aceptable. Lo importante es estar atentos y brindar solidaridad. Que se trate de un estilo o de un percance, el primer paso será: te queremos y aceptamos como eres.
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