Hernán Romero,Actor
Autor: Gonzalo Pajares
gpajares@peru21.com
Tiene 52 años de carrera teatral y sigue vigente. En El hombre elefante, Hernán Romero nos da toda una clase de actuación en la que manda la sobriedad sobre el exceso. La obra va de J a L, en el teatro Mario Vargas Llosa de la BNP (Av. de la Poesía 160, San Borja). Teleticket.
Hablemos del teatro peruano. Se dice que vive un boom…
Cuando comencé, ensayábamos tres meses y hacíamos tres funciones; ahora, mínimo, las temporadas duran tres meses. Si lo vemos desde ese punto de vista, sí, hay una diferencia sustancial entre el hoy y el ayer.
Las temporadas son más largas, ¿las condiciones para trabajar son también mejores?
Hoy hay menos improvisación… y, hoy, la producción teatral es una profesión. Cuando empecé, la producción la hacíamos entre todos; hoy no, se ha convertido en una especialidad y, por ello, las condiciones para nuestras tareas son mejores.
Temporadas más largas, mejores condiciones, ¿hay también mejores obras?
Depende de lo que entendamos por calidad. Hay teatro ligero de calidad, y hay teatro comprometido de calidad; yo no discrimino el género, lo que discrimino es la falta de seriedad en la realización. En este terreno también estamos mucho mejor que antes. Por eso, ya sea ligero o dramático, el teatro que hago es de calidad.
Alonso Alegría me dijo que en el Perú siempre se hizo buen teatro…
Es verdad pero, en cuanto a la producción, el nivel de ahora es más importante, eso no lo podemos negar.
En El hombre elefante trabaja con una nueva generación de actores, muchos de ellos novísimos…
Cuando veo a estos jóvenes siento que hemos sabido abrir trocha, pero yo no quise ser ejemplo de nada. Me comprometí con lo mío con alma, corazón y vida, y lo hice lo mejor que pude, pero nunca quise ser ejemplo porque sé que soy muy falible. Ahora, cuando veo a Sebastián Reátegui (protagonista de El hombre elefante e hijo de Mónica Delta y Roberto Reátegui) me lleno de orgullo pues es toda una grata revelación: es muy profesional y tiene condiciones innatas.
El hombre elefante es una producción del Teatro de la Universidad Católica (TUC). Esta institución ha sido muy importante para nuestras tablas…
Así es. Soy fundador del TUC. Por entonces, para pertenecer a él, uno debía estudiar en la PUCP; ahora se puede ser del TUC sin estar en otras facultades. Me ha pasado que cuando me han preguntado mi profesión y he respondido “actor” me han dicho: “No, señor, ¿en qué trabaja?” (ríe). Antes se consideraba que el teatro no era un trabajo, cuando es una labor muy seria, muy intensa.
Tiene 52 años en el oficio. ¿Le es fácil conseguir trabajo?
Soy un afortunado. Termina la temporada de El hombre elefante y la siguiente ya estoy estrenando La heredera, en el Marsano. Y no sé si esto me sucede por mi trayectoria, porque soy Hernán Romero. Solo sé que yo amo lo que hago y hago lo que amo. ¿Prestigioso? Todo me lo he ganado por mi seriedad, por el respeto que le tengo al teatro y al público. Mi relación con la gente siempre ha sido muy cordial, más aún porque siento que el peruano es un público teatrero.
Recuerdo que en los 80 y en los 90 se montaba mucho teatro clásico, pero poco teatro contemporáneo. Felizmente, eso ha cambiado…
Es verdad, lo que pasa es que la gente está pensando más, tanto quienes lo hacemos como quienes lo ven. El público sale del teatro pensando, se lleva algo sobre qué reflexionar. Claro, hay un teatro al que yo le llamo ‘digestivo’, ni siquiera comercial, al que la gente solo va a divertirse, a reírse y a liberar tensiones.
Pero hacer un teatro así también es válido…
Claro, pero no es el que yo hago o veo.
El hombre elefante es una obra poderosa…
Joaquín Vargas, el director, es el responsable de ello, y logró comprometernos en el proyecto. Mi personaje, el doctor Frederick Treves, empieza a cuestionarse las cosas a partir de su amistad con John Merrick, un hombre cuyas malformaciones físicas lo llevaron a ser llamado ‘el hombre elefante’. Bueno, Treves comienza a ver el mundo desde la perspectiva de Merrick, alguien rechazado por la sociedad. Él decide incorporarlo a ella, y este proceso lo lleva a cuestionar su realidad, las reglas sociales que lo gobiernan… todo entra en cuestión. La obra es un ejercicio de tolerancia, nos enseña a ponernos en la piel del otro y a mirar a través de sus ojos…
Ningún montaje es gratuito, obedece a una necesidad íntima o social. ¿Cómo relacionar El hombre elefante con lo que vivimos hoy en el Perú?
En un momento de la obra se dice: “Hoy la gente come hasta hartarse, bebe hasta hartarse, se destina a una corta vida, va contra su propia naturaleza”. Y esto lo vemos hoy, la gente no piensa en cuidar su vida sino en reventar. Dígame si la obra no es contemporánea.
AUTOFICHA
- En el teatro no hay dos funciones iguales. Llego temprano al teatro, me encierro y me concentro porque el desgaste será intenso. Termino cansado pero contento.
- No solo soy un actor dramático, también me gusta la comedia. El 8 de agosto estreno La heredera, en el Marsano. A veces extraño la TV.
- He hecho personajes que me trajeron mucho dolor, como el padre abusador de La celebración, y lo hice porque había que denunciar lo que se calla, lo que destruye.
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