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"Hacemos teatro porque nos da placer"

“Los dos hemos tenido buenas vidas, hemos podido hacer lo que nos gusta. Por eso, entrar en las vidas de personajes que no pudieron hacer de sus sueños realidad es algo muy difícil”, nos dicen los protagonistas de Dúo.

Foto: Martín Pauca.
Foto: Martín Pauca.

Alberto Ísola y Gianfranco Brero,Actores
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Es una verdadera fiesta que Alberto Ísola y Gianfranco Brero hayan decidido reencontrarse sobre un escenario. Esto se hace tangible en Dúo, una obra integrada por dos piezas cortas –El acompañamiento y El Príncipe Azul– que habla de la amistad, del amor y de las cadenas que nos impone la sociedad. Va de jueves a lunes, a las 8 p.m., en el teatro Larco (Av. Larco 1036, Miraflores). Las entradas se venden en Teleticket.

Háblenme de su amistad…
Alberto Ísola (AI): Somos amigos desde hace 45 años. Fue amistad inmediata e interesada pues sus papás eran actores. Imaginarás que ese, para mí, era un mundo muy atractivo (ríe).
Gianfranco Brero (GB): Tenemos 60 y nos conocimos a los 15 años, en Ancón, en 1968. Yo estaba vinculado al teatro por mis viejos y Alberto, desde aquel tiempo, ya era un apasionado del teatro. Entonces, conocer a mis padres fue, para él, como presentarle a un niño enamorado de los chocolates al dueño de la dulcería (risas).

Uno se imagina a Gianfranco muy histriónico desde pequeño…
GB: No, yo no era así. Al contrario, era tímido. Y no pensaba hacer teatro; actuar era algo que hacían mis viejos, pero que yo no veía como parte de mi destino. La culpa la tiene Ísola.
AI: Es verdad, yo lo hice actuar en 1970. Reuní a varios amigos.

Le viste talento…
AI: Claro, pero después no pasó nada (ríe).
GB: No, gordo, tú te fuiste a estudiar a Europa y en 1972 hice De cómo el señor Mockinpott consiguió liberarse de sus padecimientos. Yo no me atrevía a actuar, pero se fue dando.
AI: Luego, cuando volví, estuvimos juntos en un proyecto, Ubú Presidente, cuyos ensayos duraron tanto que Brero, y esta vez le tocó a él, se tuvo que ir a Europa y no pudo estrenar. Cuando en 1983 se formó Ensayo estuvimos juntos hasta 1986, y nos volvimos a juntar en 1991, cuando yo me hice cargo del teatro Larco, así hasta 1993, en que hicimos La Nona. Y hoy, después de 20 años, nos volvemos a reunir en un escenario.

Y las historias de Dúo, entre otras cosas, hablan de la amistad…
GB: Así es. En el caso de El Príncipe Azul, es una amistad corta, pero muy intensa. En El acompañamiento, al contrario, la amistad es de toda la vida, con sueños compartidos. Y en eso nos parecemos… La diferencia está en que, en nuestras vidas, nuestros sueños sí se cumplieron (ríen).
AI: Bueno, algunos no se han cumplido pero, en general, sí. Es un privilegio que nuestros sueños, vinculados al teatro y al arte, se hayan cumplido.

¿Por qué hacen teatro?
GB: Yo lo hago por placer. Y me he ganado este privilegio porque todos estos años me he sacado la ‘remadre’ para poder decir, como algunos jubilados, hoy hago lo que me da la gana (risas).
AI: Yo soy un soldado de la escena. El teatro es, literalmente, mi vida, y este proyecto me da mucho placer.

El Príncipe Azul es una muy triste historia de amor…
GB: En la vida, uno selecciona hechos que nos tocan… y en la obra, los personajes eligieron uno en común, eso sí, cada uno con una visión diferente: el personaje de Alberto busca redimirse; el mío, reencontrarse. Al final, ambos buscan ser, nuevamente, puros.
AI: Es una historia de amor, pero también hay un ejercicio de añoranza, de aferrarse a algo. La obra está ambientada en los años 20 y, por entonces, tener una relación homosexual era una cosa imposible. Por eso, más que una historia de amor, yo veo la historia de un fracaso. Y aprovecho para decir: “¡Unión civil ya!”.

En la obra, uno confirma que el amor no tiene nada que ver con el género…
AI: Sí, pero en nuestra propia sociedad todavía es un tema terrible: que solo el 26% de los peruanos apruebe la unión civil entre homosexuales es una muestra de que no estamos tan bien como creemos. Acá imperan la intolerancia, la ignorancia, el miedo y, por eso, El Príncipe Azul es una obra, lamentablemente, muy actual. Hace poco fui al Teatro La Plaza y, en la obra, dos hombres se besaban. La reacción del público fue vergonzosa. Quería levantarme, callarlos, pero, felizmente, un amigo me contuvo.
GB: Pero Dúo va más allá, porque tampoco es un asunto solo de sexualidad, sino de pasiones que se coactan, de deseos que se ven coaccionados por una sociedad castrante.
AI: Y, también, de la interiorización de esos ‘valores’.
GB: Esta gente se ve obligada a vivir una vida que no deseaba. Y lo mismo vemos en El acompañamiento: uno de los personajes tiene un sueño, cantar, pero no se le permitió hacerlo por las obligaciones que la sociedad le impuso.

La libertad, entonces, hay que ganársela…
AI: Es una lucha que implica una constante reafirmación de lo que uno cree. Pero nuestros personajes se quedaron encerrados en el tiempo y en sus circunstancias. Aunque, finalmente, mandan la realidad al diablo, y su supuesta locura –que realmente se trata de cordura– los libera.

AUTOFICHA

- El 16 de julio de 1992, mientras estrenábamos Belenes, sofocos y trajines, explotó la bomba de Tarata. La gente no se dio cuenta, pensó que era parte de la obra.

- Por entonces hacíamos teatro con toque de queda, con seis personas en la sala. Todo por pasión y necesidad: era un acto de resistencia.

- La gente se emociona con Dúo, sale llorando. Es que habla de algo que nos incumbe a todos: lo que queremos hacer con nuestras vida y si, al final, lo logramos.


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