Nano Guerra García,Opina.21
nano@somosempresa.com.pe
Hace unos días comenté en las redes sociales que los impuestos son como un castigo para el emprendedor y que la situación se agrava al ver que lo recaudado se va muchas veces en demagogia y burocracia.
Algunas personas me respondieron que sienten lo mismo y que terminan casi ahogándose con otras cargas.
Otros, en cambio, contestan airados, diciendo que los impuestos son necesarios y no pueden abolirse (algo que no he propuesto), pero además dicen que el emprendedor no se hace solo y que usan los servicios del Estado.
No notan que estos servicios son pagados precisamente por nosotros y que, más bien, los recibimos mal o no los recibimos (como es el caso de la seguridad).
Hay una ligera molestia por el éxito del emprendedor: “Que pague porque está ganando”. Esto es lo más peligroso en este razonamiento y nos lleva a concebir el tributo como un castigo al que progresa y no como un contrato donde debieran ganar las dos partes.
Los que defienden un estado tributarista de apetito insaciable creen que la riqueza la debe redistribuir siempre el Gobierno, cuando lo mejor es dejarle a la gente su dinero. Ellos saben cómo hacerlo producir y crecer.
Por último, ignoran que el impuesto excesivo afecta siempre más al pequeño que tiene apenas margen para subsistir, que son la mayoría de nuestro país. ¿Será que quieren que estemos siempre ajustados para que el Gobierno venga a regalarnos con nuestro mismo dinero?
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