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Opinión

En tiempos de globalización y crisis, la política internacional de un Estado es cada vez más una evidencia del rumbo político y económico que ha decidido seguir.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Todo indica que en la pugna, que no debiera ser tal, entre el Pacífico –obediente del Consenso de Washington– y el Atlántico de la Unasur –volcado a una integración regional tan profunda como sea posible–, el Perú ha elegido la primera de las opciones.

No son pocos los intereses que están en juego y son muchos –y de peso– los actores involucrados. Tampoco faltan las presiones constantes venidas desde fuera. Es parte de un enfrentamiento entre un mundo que no admite sus errores, como en su momento lo hizo la URSS de Gorbachov, y persiste en tesis económicas que han arrastrado a varios países de la Unión Europea a una crisis tan dramática como indefinida en su duración. Situaciones que los partidarios del sistema nunca se toman el trabajo de explicar. Les recuerdo que la autocrítica no es un invento marxista y, por lo tanto, podrían practicarla con provecho. No veo propósito de enmienda en este sector y colijo que el futuro no será tan bueno como las actuales datos y cifras podrían hacerlo presumir.

En España, las campanas sonaban más fuerte y los entusiasmos eran idénticos, al menos hasta que despertaron. Esa es la opción del Pacífico.

La del Atlántico reúne a países con muchos matices en sus prácticas políticas y económicas pero con un deseo de integración que transforme el área en una zona con voz propia y con capacidad de defender los intereses del conjunto. Estos países están en consonancia con poderosas economías emergentes, y su propuesta incluye la justicia social y el desarrollo sustentable como parte esencial de sus objetivos.


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