Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
Parece exagerado pero no lo es si se toma en cuenta la cantidad enorme de camiones cementeros, ladrilleros y de otros insumos para la construcción que circulan incesantemente.
Aunque no dejo de preguntarme si no se estará formando una burbuja inmobiliaria, esta actividad febril en las calles afianza la imagen de progreso. Progreso de algunos y locura de otros. Trabajo bien merecido para algunos y neurosis inmerecida para otros. Yo me encuentro en este último rubro y nunca escribí nada personalizado sobre el tema, pues entiendo las reglas del juego y, a regañadientes, sé respetarlas. Pero hay un punto sobre el que debo advertir a los indefensos vecinos de una obra en construcción. Los “constructores” deben respetar su propiedad tomando todas las precauciones técnicas para no dañarla y, además, deben reparar los perjuicios que ocasionen. A mí, en ese campo, no me fue muy bien. Me volvieron loco con sus ruidos infernales, la habitación donde trabajo parecía un bote en medio de un tsunami, el polvo me intoxicó y voltearon un macetón de 80 kilos sobre mi pequeño jardín que me hubiese matado de haber encontrado mi cabeza en su camino. Cada día mi otrora apacible entorno terminaba en un verdadero basurero colosal. Prometieron reparar todo. Han pasado varios meses y desaparecieron. Sé quiénes son y a partir de ahora iniciaré una campaña que los desenmascare para que no estafen a otros ciudadanos.
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