Armando Andrade,Coleccionista de arte
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Mañana se realiza la Subasta Anual del Museo de Arte de Lima (MALI). Se pondrá a la venta obras de Tilsa Tsuchiya, Jorge Eduardo Eielson, José Carlos Martinat, Elena Izcue, Pancho Fierro, José Sabogal, Camilo Blas, Mario Urteaga, Sérvulo Gutiérrez, Armando Casari y otros importantes artistas. Informes: 204-0000, anexo 228. Charlamos con Armando Andrade, presidente del comité organizador de la subasta.
¿Cómo nació su amor por el arte?
Desde niño tengo fascinación por las Iglesias: más que la liturgia me fascinaba su arquitectura, sus pinturas, sus esculturas, sus vitrales. Además, tenía un tío que dibujaba, oficio que me parecía alucinante.
Usted también pinta, ¿no?
Sí, desde muy temprano. ¿Con talento? Eso lo deben decir los otros, yo hago lo que puedo (ríe). Además, asistí al colegio San Pablo, donde tuve como maestro a Eduardo Nugent Valdelomar, tremendo personaje, quien definió mi interés por el arte. Gané una beca para estudiar Arte en La Sorbona (París), pero mi padre, que era hacendado, no entendía esos territorios, pensaba que estaban llenos de pichicata, de maricones y de personajes al margen de sus cánones.
Igual, no dejó el arte…
Siempre digo que estas cosas son a pesar de uno (ríe). Además, mi proceso de aprendizaje siempre ha estado muy ligado a mi interés por el coleccionismo. Cuando tenía 18 años, una cerámica Chancay y un chocolate costaban lo mismo, y no es broma, y como yo solo tenía plata para comprar chocolates decidí coleccionar objetos Chancay (risas). Hoy tengo la colección Chancay más importante que existe. En el Perú, para hacer una colección de arte no se necesita dinero, se necesita curiosidad; a veces las piezas de arte valen nada.
Coleccionar no es solo comprar piezas…
Aquí hay que señalar dos cosas importantes: vivimos en uno de los 10 países milenarios que hay en el mundo, no hay más; somos privilegiados, tenemos 12 mil años de historia. Pero, por otro lado, aquí la cultura es un ‘ciudadano’ de segunda clase y, por eso, tenemos inmensos espacios olvidados.
¿Ha habido una continuidad en la calidad de nuestro arte, desde lo precolombino hasta lo contemporáneo?
Sí. Tenemos un perfil de arte comparable a los mejores del mundo. El arte peruano, sin duda, está ubicado en uno de los más altos sitiales.
A veces, uno aparta la estética de los procesos sociales…
Una de las cosas fantásticas que tiene el arte es que, a partir de un objeto, se puede comprender un fenómeno social. Una pieza artística es elaborada por el hombre en un contexto histórico y en una circunstancia específica.
Y, en este contexto, cuál es la misión del MALI…
Primero, el MALI desea dar un panorama completo del arte peruano: contar tres mil años de la historia del Perú. Esta tarea es compleja, demandante y, sobre todo, interesante, pues su área de coleccionismo es enorme. Segundo, aquí no solo hay una preocupación por tener una colección completamente documentada, sino por ampliarla: en los 17 años que estamos aquí, verás que en ese tiempo hemos incorporado más piezas que las que recibimos.
¿Cómo estaba el museo?
El grupo que ingresó conmigo –entre los que estaban Pedro Pablo Alayza, Natalia Majluf y Antonio Graña– presentó un proyecto de renovación del museo que fue acogido de manera escéptica, pero que, 17 años después, ha dado resultados. Encontramos un MALI casi quebrado y hoy el cambio es notorio.
Se dice que el MALI es demasiado ‘contemporáneo’…
Nunca hemos dejado de tener una visión integral. Lo que ocurrió es que vimos la oportunidad de hacer una colección –con poco dinero y mucho interés– de arte contemporáneo y la formamos, al punto que hoy es la más importante del país… y también pasa lo mismo con la fotografía. Además, si no compramos hoy, no podremos comprar luego porque las piezas relevantes, históricas, simplemente desaparecen. Por ejemplo, si queremos ver las piezas de César Moro, hay que ir a la Getty, que compró casi todo su archivo… situaciones así no pueden repetirse.
“Los ‘Sérvulos’ están abandonados, ¿por qué el MALI no los compra?”, les reclaman…
¿Eso dicen, no? Repito, hemos comprado más obra de la que recibimos, y así como hemos incorporado arte contemporáneo, hemos comprado precolombino, colonial y republicano.
¿Es verdad que en el MALI todos comparten gustos y, por eso, resultan predecibles?
Si algo tenemos claro es que nuestra mirada es histórica y diversa: acá están todas las generaciones. Somos una institución democrática: siempre invitamos a estudiosos externos para que nos ayuden a formar nuestra colección y a ajustar nuestra narrativa histórica del arte en el Perú. Dicho esto, es verdad que hay más obra de algunos artistas sobre otros, pero es así porque creemos que van a tener más relevancia con el paso del tiempo.
AUTOFICHA
- Hace 17 años ingresé al MALI. Entonces, yo era el joven del grupo (ríe). Con Pedro Pablo Alayza, Natalia Majluf y otros decidimos transformarlo, mejorarlo. Lo logramos.
- Dicen que el MALI no es diverso, pero estos días se expone la muestra más importante que jamás se ha hecho sobre José Sabogal.
- Los museos en el mundo han cambiado. Algunos los siguen viendo como ‘recintos sagrados’, lo que suena bien, pero hoy muchos hacen subastas para subsistir.
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