22.NOV Viernes, 2024
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"El arte, como el amor, no se explica, se hace, se siente"

Nació en Trujillo pero es un peruano universal. Creador de una obra monumental –La procesión de la papa es una de las obras maestras del arte peruano– y un persistente promotor cultural (tiene un museo en Trujillo), estos días podemos ver obra suya en la galería Enlace.

Foto: Luis Gonzales.
Foto: Luis Gonzales.

Gerardo Chávez,Pintor
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Después de tres años, Gerardo Chávez regresa a las galerías limeñas con El pasado presente, la muestra que presenta la galería Enlace (Pardo y Aliaga 676, San Isidro). “Es una especie de antología, con obras de los años 60 y 70, que provienen de la colección privada de una persona que admira mi obra. Perdonen la falta de humildad, pero es una colección muy bella, con cuadros que no veía hace años y hasta no recordaba (ríe). Igual, la siento incompleta, porque yo he pintado cuadros mucho más importantes que hoy están en varios de los mejores museos del mundo”, nos dice el gran pintor trujillano (y surrealista) Gerardo Chávez.

El pasado presente nos permite conocer sus transformaciones como pintor…
Sí, allí se ven mis primeras mutaciones, mis primeros cambios, mis exploraciones. La muestra presenta obras mías de los 60 y 70, pero en los 80 empieza una nueva etapa en mi trabajo, etapa que, por transformadora, yo considero determinante. Los carruseles aparecieron en los 90 y en el siglo XXI los hombres moche.

Muchos dicen que la de los 80 fue su mejor época…
Como creador, yo tengo la esperanza de que mi mejor momento sea el presente… y que el futuro será mejor aún.

¿Cuánto le gusta su pintura reciente?
No diría que me gusta, me interesa. He llegado a entender que nada se termina… y que no hay nada que terminar; que, como el ser humano, la totalidad incluye a los defectos. En el arte hay una tendencia en alcanzar la perfección, la belleza, pero el arte primitivo me ha enseñado que esto no es necesario, que hacer ‘bonito’ algo no es necesario, que hasta resulta un peligro. El arte debe salir del alma, no hay que maquillarlo.

Hay una predilección en usted por el arte primitivo…
Sí, por esa forma extraña que tienen de hablar del hombre y de las cosas. El arte primitivo se presentó en mí como lo que fue siempre, una especie de escritura, y en esta escritura pude apreciar la belleza. Por ejemplo, los bisontes, los cazadores y la representación de sus batallas eran para mí de una belleza, inocencia, ingenuidad y pureza increíbles. Todo esto se me grabó y, por eso, puse mi atención en cosas puras, primitivas, porque ellas me daban placer y me llevaban hacia espacios maravillosos. Picasso, Matisse, Modigliani, Breton, todos ellos fueron grandes admiradores del arte primitivo.

Para usted, la pintura es escritura…
Así es. Y también es poesía. La pintura es una escritura llevada hacia el color, hacia la forma. Y la forma es la que permite la comunicación, la ‘narrativa’ pictórica. Forma e imagen son indispensables para mi ‘escritura’. Hoy sería incapaz de hacer cosas abstractas. Y las figuras que pinto vienen con su propio color, con su propia forma.

La escritura es una abstracción. ¿No lo es la pintura?
Claro. Pero el arte, como el amor, no se explica, se hace, se siente. Hay que vivir el arte, dejarse llevar por sus emociones… otra vez, como en el amor.

Usted tiene talleres en París, Trujillo y San Isidro. ¿Qué pinta en Francia que jamás podría pintar en el Perú?
Mi taller parisimo lo tengo hace más de 50 años y lo siento como mi casa. Y lo mismo siento en Trujillo y Lima. Por cuestiones sociales y familiares, pintar en Lima siempre es un desafío, porque tengo compromisos que cumplir. En París, en cambio, tengo todo mi tiempo para mí. Yo busco que el arte se instale en mi vida, en mi cuerpo. Por eso, yo digo que no trabajo, que he decidido jugar con el arma que me divierte y tengo a la mano, que es el arete, la pintura.

¿Cómo ve el panorama artístico limeño?
He visitado el MALI, la exposición de José Sabogal estuvo muy buena. Es un pintor que admiro, de quien tengo cuadros, que, además, estuvieron en la muestra del MALI. Yo soy un coleccionista de arte, algo raro entre los pintores (ríe). Veo que en Lima el ambiente está agitado, se venden muchos cuadros, pero lo que me preocupa es la formación de los jóvenes: hay muchas escuelas de arte pero poca exigencia. Por ejemplo, hace poco fui invitado a Bellas Artes, mi alma mater, para ser jurado de un concurso. Lo hice un poco contra mi voluntad, porque me habían dicho que eso era un desastre, y sentí una gran pena al ver lo que vi: más que una escuela parecía un depósito.

¿Pero hay talento?
Sí, el Perú siempre ha sido una tierra de artistas, pero no sé hasta cuándo podremos mantener esto, porque hay que establecer filtros más rigurosos. Además, hay que tomar en cuenta otras cosas: en mi época, los artistas nos preocupábamos por estar bien, por gustar, por seducir, por estar limpios. Pero hoy hay una uniformización hacia abajo. El artista, por su imaginación, por su personalidad, nunca es pobre, pero hoy veo gente confundida. Felizmente, siempre queda algo de esperanza, porque el nuevo director de Bellas Artes es joven y entusiasta, y quiere cambiar el rostro de la escuela… ojalá pueda.

AUTOFICHA

- En los 60, en Francia, me tocó retratar a una mujer bellísima, como Úrsula Andress. Al tercer día el cuadro estaba listo, pero yo me demoraba para seguir viéndola.

- Un día se cambió de peinado y la vi diferente, entré en crisis, ya no pude seguir pintándola. Además, me pidió que corrigiese algunas cosas.

- “Señora, he hecho todo para que sea usted, pero si no está satisfecha corríjase”. Tomó el pincel, malogró el cuadro. Borré el retrato y le dije: “Allí ya no está usted, ni yo”.


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