22.NOV Viernes, 2024
Lima
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Opinión

Cosa compleja es trabajar en los medios o ser persona pública. Una palabrita, una sola palabrita, puede irritar al extremo de que por ella te juzguen para el resto de tu vida. Miren si no al cardenal que dijo aquello de la cojudez de los derechos humanos. Hasta hoy la frasecita persigue a este santo varón.

Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com

Lo mío es menos grave. Hace poco dije “culo” en el programa radial Noche Abierta que conduzco por Radio Capital. Una señora muy simpática y, por supuesto, muy educada en cuanto a lo que se dice o lo que no se dice, me advirtió que la palabra “culo” le molestaba. No el culo en sí, solo la palabra, felizmente para ella. Yo le propuse un ejercicio que consiste en ponerse solita en un rincón de cara a la unión de las paredes y decir culoculoculoculoculoculo hasta que el sonido pierda su agresividad y ella, de ese modo, pueda reconciliarse con un vocablo útil, práctico y lleno de evocaciones de distinta coloratura. Como ella se negó a tal ejercicio, le pregunté qué me sugería en reemplazo de “culo”. Ella respondió: “Las 4 letras”. Lo primero que vino a mi torturado cerebro es que en Lima, con extraordinaria delicadeza, se le dice 2 a la caca. La ecuación era simple: del 4 sale el 2, con lo que la evacuación, acto liberador por excelencia, se convierte en una operación matemática. Todo es puro número si tenemos en cuenta que al 4 y al 2 les podemos sumar, restar, dividir o multiplicar, según la voluntad y el gusto de cada uno, las unidades en que se divide la innombrable masa 2 al salir al exterior.

La pureza de los números ocupará el lugar de ese acto indigno de seres humanos con un alma inmortal, un ángel de la guarda que nos cuida, un santo para cada necesidad y un paraíso, al parecer matemático, que nos espera con impaciencia.


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