La Iglesia Católica prohíbe a sus fieles esparcir las cenizas de los difuntos, dividirlas entre los familiares o conservarlas en casa por ser prácticas, tanto de sepultura como de cremación, consideradas “en desacuerdo con la fe de la Iglesia”.
La Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio, redactó un nuevo documento con el nombre de “Instrucción Ad resurgendum cum Christo”, el cual fue aprobado en marzo de este año por el papa Francisco y que da instrucción sobre cómo conservar las cenizas de los difuntos tras su muerte.
“Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos”, se lee en este documento.
Además, advierte que “en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias”.
La Iglesia Católica, aunque autoriza la cremación “por razones de tipo higiénico, económicas o sociales”, sigue prefiriendo la sepultura de los difuntos porque “favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos”.
El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Mueller, explicó hoy ante estas decisiones que “los muertos no son propiedad de los familiares” y que “son hijos de Dios, forman parte de Dios y por ello no se celebran ritos privados sino ceremonias públicas y esperan en un campo santo su resurrección”.
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