(BBC Mundo)
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está de gira por Asia. Antes de su llegada, dio declaraciones a un diario japonés en las que defendió la soberanía nipona sobre un grupo de islas en el Mar de China Oriental, que tanto Tokio como Pekín reclaman como propias.
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Según el mandatario norteamericano, las islas están incluidas en un tratado de defensa entre Washington y Tokio. Se trata de las Senkaku (para Japón) o Diaoyu (para China), compuestas por cinco islotes deshabitados y que son difíciles de encontrar en un mapa regional.
Las autoridades japonesas controlaron por décadas las islas, muy valoradas por su ubicación estratégica y posibles yacimientos de petróleo y gas que tendrían. Pero Pekín revitalizó últimamente su campaña por reivindicar su soberanía sobre ellas y disparó tensión en la región.
La disputa tomó fuerza en 2012, cuando el Gobierno nipón le compró las islas a un propietario privado. Los nacionalistas querían implementar proyectos de desarrollo en ese territorio, un plan que las autoridades querían frenar, en parte para aplacar a China. Pero pocos en Pekín creyeron esa explicación.
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“Cuando (el presidente) Xi Jinping asumió el poder, cambió el enfoque básico de la política exterior china”, comenta el profesor Cheng Xiaohe de la Universidad de Renmin. “(Ha pasado) de mantener un status quo de bajo perfil a una nueva estrategia más activa”, agregó.
Para la frustración de los líderes chinos, Japón no reconoció públicamente el reclamo de Pekín y, para presionar a Tokio, intensificó el patrullaje en el área, ya sea con jets de combate y embarcaciones de guerra.
En noviembre pasado, Pekín tomó una medida sorpresiva al restringir el tráfico aéreo en una zona que forma parte del área en disputa. Algunos países, entre ellos Estados Unidos, ignoraron la nueva normativa china, pero se trataría de una estrategia a largo plazo.
“El plan de China es reservarse una especie de derecho y de libertad para emprender una acción militar si algo pasa en las islas Diaoyu o en otra área en disputa”, explicó Liu Jiangyong, profesor de la Universidad de Tsinghua.
En China, el Gobierno usa otra herramienta para mantener el problema de las islas al frente de la política exterior. Se trata de propaganda antijaponesa. Incluso a los jóvenes chinos se les recuerda con regularidad la existencia de tensiones chino-japonesas que datan de la Segunda Guerra Mundial.
“Dispárales a los demonios japoneses” es un videojuego en internet que fue lanzado en febrero por People.com.cn, un sitio web del régimen comunista. El juego es caricaturesco, pero salta la pregunta: ¿Es esta campaña un juego de Pekín? ¿Realmente Xi Jinping iría a una guerra por un pequeño y despoblado territorio? La respuesta parece ser afirmativa.
“Sí, las islas son pequeñas, pero desde la perspectiva china, una pulgada de territorio es lo suficientemente grande para que China luche por ella”, indicó el doctor Cheng.
En última instancia, se trata de un problema circular. El valor simbólico de estas islas seguirá aumentando a medida que ambos países presionen por controlarlas. “Si China y Japón tuvieran una relación amistosa, el interés militar por las islas se reduciría”, añade Liu.
Frente a la embajada japonesa, las medidas de seguridad son muy estrictas. Hay paredes de cuatro metros de alto que impiden que cualquier persona vea lo que pasa en su interior. Soldados de rostros sombríos vigilan el exterior.
Hay razones por las cuales China y Japón evitarían una guerra territorial, incluyendo sus lazos comerciales y la amenaza de una intervención de Washington. Pero los guardias y medidas de seguridad en torno a la sede nipona hace pensar que un enfrentamiento militar no está lejos.
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