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Adolf Hitler: Empleada doméstica revela cómo era trabajar para el dictador

Elisabeth Kalhammer fue contratada para trabajar en casa de los Alpes bávaros. 70 años después de ese hecho nos cuenta su historia.

Empleada doméstica de Hitler revela cómo era trabajar para el dictador. (Salzburger Nachrichten/Marco Riebler)
Empleada doméstica de Hitler revela cómo era trabajar para el dictador. (Salzburger Nachrichten/Marco Riebler)

“Podía pensar, pero no hablar”, fue una de las primeras instrucciones que recibió la joven Elisabeth Kalhammer cuando después de contestar a un anuncio de un periódico acabó trabajando como empleada doméstica de Adolf Hitler en 1943.

Más de 70 años después, Kalhammer rememora en una entrevista publicada hoy por el diario austriaco Salzburger Nachrichten sus experiencias en la casa del dictador en Berchstesgaden, uno de los rincones más idílicos de los Alpes bávaros.

“Se busca empleada doméstica. Lugar de trabajo: Berghof en Obersalzberg, en la Baviera Berchtesgaden”, rezaba el anuncio para la que era la segunda residencia de Hitler.

La oficina de empleo de la localidad austriaca de Wels escogió entre todas las solicitudes la de la entonces joven de 18 años. Sin embargo, lejos de sentirse feliz por la oportunidad, la ahora mujer de 89 años reconoce que tuvo miedo la primera vez que llegó al que sería su lugar de trabajo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Su madre le había pedido que no fuera, pero la mujer de la oficina de empleo le dijo que debía estar agradecida por una oportunidad por la que miles de jovencitas estarían encantadas. Así acabó haciendo las maletas y tras pasar por dos puestos de control de las SS, llegó a la casa de Hitler. “La casa estaba llena de invitados y el ‘Führer’” estaba allí”, recuerda sobre su llegada.

Casa en la que trabajó Kalhammer. (AP)

Kalhammer pronto se dio cuenta del funcionamiento de la residencia de descanso de Hitler. Solo trabajadores con años a su servicio tenían permitido el acceso a las consideradas “salas privadas” del dictador. ‘Lisbeth’, como se la conocía allí, pasó sus horas no solo lavando o cosiendo, sino también limpiando.

Respecto a la compañera sentimental de Hitler, Eva Braun, Kalhammer la recuerda como una “mujer elegante”, con trajes a la última moda, que disfrutaba de la visita de sus amigos y que era “un gran amor”.

Kalhammer recuerda también la pasión de Braun por la actriz austriaco-alemana Marika Rökk. “En Berghof había una sala de cine. La novia del ‘Führer’ se preocupaba porque las jóvenes tuvieran algún sitio donde sentarse cuando proyectaban una película de Rökk”.

“Por suerte nunca me encontré con Hitler y no tuve que hablar con él”, afirma la mujer que nunca quiso contar a nadie sus experiencias al servicio del dictador durante la época del Tercer Reich hasta ahora.

Sin embargo, aunque la joven no hablara con el que era uno de los hombres más temidos de Europa, debía estar al tanto de todas sus manías.

“Seguía una estricta dieta para la que tenía a su propia cocinera y solo bebía agua caliente. Pero bien entrada la noche, Hitler se escabullía a la cocina donde debía haber uno de los conocidos como ‘pasteles del Führer’: un postre de varias capas de manzana con nueces y pasas”, revela.

“Cuando Hitler salía en alguna ocasión a pasear fuera, estaba prohibido observarlo. Solo podíamos verlo a través de las cortinas”, asegura.

El 14 de julio de 1944 fue la última vez que vieron a Hitler en Berghof, seis días antes del atentado contra él del que salió ligeramente herido.

“A partir de ese momento, creció el nerviosismo en Berghof y los trabajadores debían comenzar a llevar los tesoros de Hitler al bunker para el que había que bajar 95 escalones”, indica. Entre las cosas que había que trasladar al bunker había un “enorme” número de libros, cuadros y espejos.

Cuando los aliados comenzaron a acercarse a la zona, se prohibió a las jóvenes abandonar la casa. Para ello les contaron todo tipo de historias horribles de los que les iba a pasar: “Nos contaban que negros venían a cortarnos el pelo y a violarnos”.

Sin embargo, ella desobedeció la orden y huyó. Con ayuda de una amiga llegó dos días antes del final de la guerra a casa de su madre y hoy en día vive en la ciudad de Salzburgo (Austria).


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