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Opinión

Es frecuente que, al inicio de un mandato, los gobernantes estén tan extasiados con el poder que su obsesión sea el tratar de prolongarlo. Desde Leguía hasta Fujimori, siempre ha existido la tentación del entornillado.

Fritz Du Bois, La opinión del director
Es frecuente que, al inicio de un mandato, los gobernantes estén tan extasiados con el poder que su obsesión sea el tratar de prolongarlo. Desde Leguía hasta Fujimori, siempre ha existido la tentación del entornillado. Felizmente, en la mayoría de casos, y a medida que el día a día los va desgastando, el deseo de perpetuarse va quedando rezagado hasta que es descartado. Sin embargo, a veces ocurren variables que cambian el escenario. Por ejemplo, el control de los órganos electorales y la intimidación a los medios de comunicación facilitan la reelección, como lo estamos presenciando en Venezuela y en Ecuador. La aplicación de la estrategia del doble acto también aumenta las posibilidades de quedarse. Con la cual hacen partícipe de los éxitos a la pareja del gobernante para convertirla en sucesor. Pero, en Argentina, esto último no les ha redituado buenos resultados, ya que están camino al despeñadero en el cual ese país cae cada 10 o 12 años.

Finalmente, queda el truco del incremento en el subsidio social justo antes del periodo electoral. De esa manera se logra un bolsón popular para el mandatario que quiere repetir el plato. Lula, en 2006, es el ejemplo más claro.

En nuestro caso, es claro que la esposa del presidente tiene toda la intención de sucederlo en el cargo. Más aún, es probable que su campaña sea una fusión de ‘carioca’ con ‘gaucho’, una Cristina sin las huellas del Botox, pero con un enorme gasto social bajo el brazo.

En realidad, ‘La Número Uno’ –como le dicen los parlamentarios oficialistas– ya asumió diversas riendas de manejo diario, y lo viene haciendo de un modo adecuado. Por lo que es innegable que tiene futuro político aunque, si se apresura, podría cortar su carrera temprano. No hay nada mejor para perder la confianza y entrar en depresión que el ser derrotado.

Por eso, lo que más le convendría a Nadine Heredia sería postular al Congreso para ser candidata presidencial recién en 2020, cuando tenga un comportamiento político comprobado. Los que se encuentran de la noche a la mañana en una posición privilegiada acaban perdiendo el sentido de la realidad y, usualmente, terminan estrellados. Piano piano si va lontano. Por otro lado, las reelecciones en países que no tienen un sólido historial democrático sacan a relucir lo peor de nuestras debilidades. Ya lo vimos esta semana con las autoridades electorales y constitucionales haciendo un papelón al adelantar opinión, pese a que estamos a tres años y medio de la próxima elección. ¿Se imaginan la sobonería que se generaría a medida que el día de la votación se vaya acercando?

Además, en un país sin institucionalidad, el usar todo el aparato del Estado en una contienda presidencial se convierte en una carrera desleal. Mientras que la eventual candidatura se convierte en una distracción que deteriora la gestión. Por lo que lo mejor que podría hacer la primera dama es archivar su evidente ambición.


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