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"No oigo punk, sino música clásica"

“Cómo no me va a sobrar actitud si este es el momento pues estamos aquí, en el Perú. Ser recibido así no lo imaginé ni en el más salvaje de mis sueños”, nos dice Erwin Flores, ‘gritante’ de la mítica banda Los Saicos.

Foto: César Fajardo.
Foto: César Fajardo.

Erwin Flores,Músico
Autor: Gonzalo pajares.
gpajares@peru21.com

Tengo a Erwin Flores, el mítico cantante de Los Saicos frente a mí, y no lo puedo creer. Es mi ídolo adolescente, un gritante a quien me hubiera gustado parecerme. Y esta admiración no es solo mía: detrás de nosotros, un grupo de obreros va pasándose la voz, diciendo que el señor al que entrevistan es famoso, que tiene una canción llamada Demolición, y uno de ellos la empieza a tararear “tatatata yayaya”. “Ah, esa es de él, qué paja”, dice otro. Y, lo mejor, al final de nuestra charla, Erwin se les acercó, se tomó muy graciosas fotos con ellos y les cantó Demolición… un gigante.

Te sobra actitud…
En realidad, a quien le sobra actitud es a Los Saicos… y, bueno, también a Erwin Flores. Y cómo no me va a sobrar actitud si este es el momento pues estamos aquí, en el Perú, con un público tan intenso y con una respuesta tan grande a nuestra llegada. Ser recibido así no lo imaginé ni en el más salvaje de mis sueños. Repito, cómo no nos va a sobrar actitud.

Tuvieron dos tocadas chiquitas: en Mochileros y en el Británico…
Sí, pero, aunque sentimentales, esas tocadas fueron muy chiquitas.

Y en cuatro décadas, el mito de Los Saicos ha ido creciendo…
Créeme, nadie está más impresionado que yo con este fenómeno, pero también entiendo el porqué: hicimos algo original, algo que la gente entendió, y no solo aquí, sino también en otros países.

¿Dónde nació esta originalidad, qué la potenció?
Aquí volvemos a hablar de actitud: creo que la heredamos de James Dean y pasó a nosotros a través de Elvis Presley. Además, nosotros éramos chicos malos, chicos que salían a su casa y decidían lucir una pinta de malos. Y esa actitud pasó a nuestras canciones. En realidad, toda esta teoría la estoy construyendo ahora, contigo, porque yo mismo no estoy del todo seguro qué pasó.

Alrededor de Los Saicos hay muchas leyendas…
Hay bastante más leyenda que verdad. Y esa fama nos la hicimos solo por comer carne humana (risas).

Ustedes no querían hacer música ‘bonita’…
Nuestra música expresa violencia porque escribí las canciones cuando vivía un momento de frustración por dos motivos: había dejado la universidad porque la Agronomía no era para mí –y me di cuenta de esto a cuatro años de empezada la carrera– y había terminado con una chica a la que quería mucho. Yo encontré en Los Saicos una salida a esta frustración. Y todo eso se expresa en Demolición, Camisa de fuerza, El entierro de los gatos…

¿También hicieron música para conquistar chicas?
Todos queremos conquistar chicas, y el escenario siempre ayuda.

¿Qué querías demoler?
Probablemente a mí mismo, qué sé yo. No pensamos qué queríamos hacer, simplemente lo hicimos.

Por cosas así dicen que ustedes son los precursores del punk…
Esa debe ser la razón, pero yo no oigo punk, yo escucho música clásica… y a veces pongo las noticias (risas). Pero, claro, hubo un tiempo en que escuché mucho rock: me gustaba mucho Led Zeppelin que, después de Los Saicos, es la banda de rock más importante de la historia (risas). Mira, nosotros hicimos El entierro de los gatos, que es la canción más original que tenemos. A Demolición le puedes encontrar referentes en el surf rock, pero El entierro de los gatos no tiene precedentes: nadie ha inventado la rueda, pero en esa canción somos totalmente originales.

Dicen que al rock de hoy le falta originalidad…
Puede ser, porque yo aún escucho Led Zeppelin, y mira cuántos años han pasado. El rock, más que música, es un fenómeno social. Mira a Elvis.

También has hecho salsa…
Yo compongo desde los 13 años, y mis primeras canciones se plasmaron en Los Saicos, pero después he compuesto mucha música, incluso de otros géneros: salsa, cumbia, bolero. Yo compongo muchas cosas y, dime, qué debo hacer con mis canciones, debo grabarlas, registrarlas. Por ejemplo, me he dado el gusto de grabar, con unos músicos bárbaros, una producción en Colombia con diez salsas y cumbias mías, pero no se editó el disco porque la disquera se dio cuenta de que yo estaba demasiado viejo como para poner 300 mil dólares de publicidad (ríe).

¿Qué te da el rock que no te den la salsa u otros ritmos?
Es otra energía. Con la salsa te diviertes bonito; con el rock te diviertes duro (ríe). Pero yo no soy un rockero full time; soy un rockero part time (risas), y solo con Los Saicos.

Eres un gritante…
Tienes razón. Más que cantante, soy un gritante, qué bonita expresión. Ese es mi estilo, y mi de-sempeño escénico nunca lo pensé, me salió de manera natural.

¿Y en la vida cómo eres?
Un poco así (risas).

Dicen que el rock es violencia, drogas y sexo…
Esa expresión es una estupidez. Para mí, la ‘violencia’ de la música hay que tomarla como una broma.

AUTOFICHA

- Cada vez que tocamos decimos: “Esta es la última vez”, pero siempre aparece algo. Sin embargo, esta sí será la última vez, y no pudo ser en un escenario mejor.

- Alrededor de Los Saicos hay bastante más leyenda que verdad. Esa fama nos la hicimos solo porque nos gusta comer carne humana (risas).

- Hubo un tiempo en que escuché mucho rock: me gustaba Led Zeppelin que, después de Los Saicos, es la banda de rock más importante de la historia (risas).


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