Roxana Barrantes,Sumas y restas
Economista
¿Contradictorio? No, de ninguna manera. Ronald Coase, recientemente fallecido, y Douglass North nos enseñaron con claridad que las instituciones son resultado del esfuerzo de las personas para economizar los costos de transacción. Instituciones son las empresas, los mercados, pero también las organizaciones y los coloquialmente llamados usos y costumbres. Una institución crítica para el funcionamiento de los mercados es el Estado, particularmente en todo aquello que afecta la definición y cumplimiento de los derechos de propiedad, sin los cuales desarrollar mercados resulta costosísimo –y, eventualmente, no rentable–, y así, una traba para el crecimiento económico y las posibilidades de mejorar la calidad de vida de las personas.
De ahí viene la importancia de emprender reformas profundas tanto en los sistemas de seguridad interna, como en el Poder Judicial. Los sistemas de seguridad interna comprenden, sencillamente, todo lo que viene cubierto por “seguridad ciudadana”, desde el funcionamiento del serenazgo hasta el trabajo de los equipos que luchan contra el narcotráfico, pasando, obviamente, por la Policía Nacional.
Y respecto de la Policía Nacional, son varios los cambios que es preciso emprender de manera decidida. Para empezar, recuperar la confianza, asunto imposible si la única relación que tenemos con la policía son las fotopapeletas con límites de velocidad variables y a gusto del fiscalizador, cuando a menos de 100 metros de la ubicación de la cámara, resulta que hay un embotellamiento de tránsito de aquellos, porque tenemos un semáforo malogrado.
Se puede seguir con una reforma imprescindible si estamos tomando en serio la aspiración de pertenecer al primer mundo: reforma salarial. Pero no una reforma salarial cualquiera, sino una que venga acompañada de la eliminación de la compra del día de franco. Este sistema, con el cual vivimos hace años y parece ya no sorprendernos, es sumamente pernicioso para construir una democracia fuerte y la igualdad de todos antes la ley: si tienes el suficiente dinero, en lugar de contratar servicios de seguridad privada, puedes contratar a la policía nacional. Así, la tenemos cuidando la entrada de los colegios privados, pero ausente en zonas donde predominan pandillas o en localidades donde los municipios no tienen recursos para contratar un sistema eficiente de serenazgo o contar con tecnología de punta como elemento disuasivo. Y no decimos nada de la competencia desleal con las empresas privadas de seguridad.
Tendríamos que sentirnos tan orgullosos de nuestra policía como de nuestra gastronomía. Y sobre la reforma policial, ni siquiera hemos comenzado la discusión sobre las metas y las políticas para lograrla.
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