Fritz Du Bois,La opinión del director
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Evidentemente, el Gobierno ha encontrado una manera expeditiva –se podría llamar ‘canchería’– para, primero, cumplir con una cuestionable resolución judicial e, inmediatamente, retornarlo al penal en el cual debería de estar encarcelado.
En realidad, se trataba de un pésimo fallo. Para empezar, no consideró de extrema gravedad el que hubiera liderado una asonada en la cual cuatro policías fueron asesinados. Esa sola conclusión ya delataba la intención de esos magistrados por congraciarse con los familiares del mandatario. También era extraño que ese fallo fuera diametralmente opuesto al de la primera instancia. No existía –ni en los considerandos– coincidencia alguna. Era como si se tratara de dos casos, con el agravante de que ya no podía ser apelado.
Finalmente, esa sala penal se había irrogado funciones que le competen al INPE. Los jueces no pueden decidir en dónde deben de purgar condena los presidiarios; si no, ¿para qué están los encargados? Más aún, mañana habrá una fila de avezados buscando su juzgado y logrando que los saquen de un penal seguro a uno que parezca un club de campo con semilibertad como el que quería Antauro.
Todo lo cual habría llevado al Gobierno a tomar una decisión poco ortodoxa para ejecutar un mandato judicial y dejar a los jueces en offside corrigiéndolo en el acto. Con ello se está haciendo justicia por el ‘Andahuaylazo’ y, de paso, el presidente se está evitando el desgaste innecesario de los continuos escándalos de su hermano. Bien jugado. Sin embargo, hay que tener cuidado al aplicar la trampa del offside. Es bien arriesgado: en cualquier momento te meten un gol si no está bien calculada. Por lo que si el Gobierno continuamente les saca la vuelta a los fallos, tarde o temprano terminará atropellado el ciudadano.
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