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Opinión

Como regalo de Navidad, esta semana nos han visitado fantasmas que debieron haber desaparecido hace años. Primero fue el mercantilismo, en este caso con congresistas involucrados. Esto último debido a que entre ellos hay propietarios de universidades, lo cual no tendría nada de malo, excepto que se cuestiona la calidad de lo que están ofertando.

Fritz Du Bois, La opinión del director
Como regalo de Navidad, esta semana nos han visitado fantasmas que debieron haber desaparecido hace años. Primero fue el mercantilismo, en este caso con congresistas involucrados. Esto último debido a que entre ellos hay propietarios de universidades, lo cual no tendría nada de malo, excepto que se cuestiona la calidad de lo que están ofertando.

Así que, en lugar de implementar un sistema adecuado de acreditación que le indique objetiva y transparentemente al alumno qué nivel de enseñanza recibirá en cada institución por la plata que está pagando, han decidido cerrar el mercado. De esa manera podrán subir la matrícula sin preocuparse por mejorar la educación que están dando, ya que no habrá nuevos competidores para obligarlos.

Luego tuvimos una inundación que parecía salida de un monzón o producto de un huaico, pero que fue causada por burócratas jugando a empresarios. De esa forma, Sedapal decidió recordarnos lo mal que se manejan las empresas del Estado y, de paso, arruinar las fiestas a miles de ciudadanos.

Más aún, el incidente nos llevó a imaginarnos cómo estaríamos si los teléfonos y la electricidad no se hubieran privatizado. Si aplicáramos el estándar de Sedapal a los servicios públicos que están a cargo de privados, tendríamos un puñado de teléfonos por cada barrio y estos estarían constantemente malogrados. Mientras que sufriríamos apagones a diario. Sin embargo, actualmente ningún esquema de privatización está contemplado o siquiera viene siendo evaluado. Así que seguiremos sufriendo por la falta de agua, las tuberías reventando y las calles anegadas, ya que alguien cree que controlar los desagües es parte del rol tutelar del Estado.

Finalmente, se concretó lo que hace un par de semanas adelantamos: los parlamentarios –quienes rara vez logran ponerse de acuerdo en algo– decidieron, por unanimidad, aumentarse los salarios. De esa forma optaron rápidamente por el billete en mano, sin importarles el inevitable incremento en el masivo rechazo que ya reciben de los peruanos. Con lo cual los congresistas han dado una muestra más del poco incentivo que tienen para actuar de un modo adecuado. Ello debido a que no hay renovación por tercios o distritos electorales individuales que los obliguen a rendir cuentas al electorado.

En fin, esta semana ha quedado claro que, al haber dejado a medias las reformas de mercado, el mercantilismo sigue reinando. Mientras los servicios públicos no van a mejorar en tanto no les pierdan el temor a los sindicatos y el proceso de privatización siga paralizado. Por su parte, el desprestigio de la clase política continuará aumentando hasta que se implementen reformas que los pongan al servicio de los ciudadanos. En suma, al no haber avanzado, los fantasmas nos han alcanzado y están penando.


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