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Opinión

Parte esencial de toda crisis es que quienes están en ella no vean su salida o formulen interpretaciones equivocadas.

Alan García,Uso de la palabra
Expresidente

Esto ocurre ahora en España, Grecia o Italia, donde muchos atribuyen los problemas al ‘Capitalismo Salvaje’, con un razonamiento facilista y erróneo, pues otras economías más liberales y abiertas, como China, EE.UU. o Alemania, no tienen tan graves dificultades.

Ludwig Von Bertalanffy, al desarrollar la “Teoría General de los Sistemas” señaló que en ellos, sean biológicos o sociales, existe la “entropía negativa” como una tendencia a generar un mayor y más complejo número de elementos y de relaciones entre estos. Es claro que los sistemas políticos europeos sí han cumplido esa previsión, generado incesantemente más instituciones y reglas hasta frenar con ellas la capacidad creadora y productiva de las sociedades. Y lo peor es que lo han hecho escudándose tras el cliché del Estado de Bienestar y explicando que, para acercarse a los habitantes, este debe crear más instituciones, lo que, en última instancia, ha causado un brutal endeudamiento que pagarán los hijos y nietos de quienes ahora consumen muy por encima de su capacidad de producción.

Grecia, con un déficit de 12% y un inmenso endeudamiento, es solo uno de los problemas. Al dividir su producto nacional entre sus habitantes, comprobamos que cada griego produce la décima parte y exporta la séptima parte que un alemán, aunque cada trabajador griego, publico o privado, gane salarios similares a los de aquel. ¿Como se financia eso? A través de un grosero endeudamiento que pagarán las próximas generaciones griegas. Así, el tal “Estado de Bienestar” resulta un estado esclavista diferido en el tiempo. Grecia no es una economía industrial en crecimiento pero como ya era parte de la moneda única europea, pudo continuar endeudándose con bonos soberanos garantizados por el Banco Central Europeo. Con ese aval, la banca privada siguió prestando al gobierno griego y a sus ciudadanos.

Parecido es el caso de España. Aumentó irresponsablemente su burocracia; sus gastos en asistencia al desempleo, seguridad de salud, pensiones y subsidios, sin que la Unión Europea interviniera. Diversos estudios como “La Casta Autonómica”, de S. Mir y G. Cruz, descubren el drama: existen 17 parlamentos autonómicos, 41 diputaciones provinciales, 4 mil empresas públicas, 8,116 municipios y miles de entidades locales menores. En ellos se hacinan 3 millones 200 mil empleados públicos políticos o administrativos (hace treinta años eran un millón) y eso supone viajes, vehículos, gastos, etc. Solamente la administración autonómica y diputacional está endeudada en 230 mil millones de dólares para cumplir, a veces, actividades absurdas. La Autonomía de Cataluña tuvo embajadas en el exterior con un gasto anual de 13 millones de euros y el país vasco, en “defensa de su lenguaje e historia”, gastó en representaciones exteriores 63 millones anuales. La Comunidad de Extremadura tiene una Oficina de Asuntos Africanos. Otro ejemplo, el gobierno de Cataluña gasta 630 millones anuales para orientar a sus municipios y para ello contrató mil consejeros y un total de 2,300 empleados.

Aragón, una “autonomía” con 1 millón 300 mil habitantes, tiene 3 diputaciones (Zaragoza, Teruel y Huesca), cada una con su presupuesto; La Mancha con 1 millón de habitantes cuenta con dos diputaciones provinciales y 385 municipios, etc, etc. Y como tanto empleado debe justificarse con obras y para ello hay deuda garantizada por Europa, tienen 47 aeropuertos, algunos construidos a precios extravagantes, pero en 17 de ellos se subsidian los vuelos. Y a este gasto debemos añadir los 4 millones 600 mil desempleados que reciben un “salario” mensual que suma 36 mil millones de dólares anuales y, por si fuera poco, el pago a millones de pensionistas en un país en el que la edad promedio casi llega a los 80 años.

La pregunta final es: ¿Y qué tiene que ver todo esto con el llamado ‘capitalismo salvaje’, de la plusvalía y el afán de ganancia? Tal vez sea una parte del problema, pero lo central es que ha sido la administración política la que ha generado este inmenso gasto, estimulado a su vez por la misma población empleada en la burocracia o la que exige más beneficios. Así, ese sector social obtiene sueldos, subsidios y pensiones que alimentan el consumismo y el boom inmobiliario artificial en el que cayó España, no solo por la construcción de aeropuertos inútiles, palacios municipales y exposiciones temporales, sino también por la construcción familiar de nuevas viviendas hipotecadas. Todo ello, hasta que el límite del déficit y del endeudamiento nacional se agotó. Como un político español decía para el caso de las dictaduras, aquí la bicicleta del endeudamiento a futuro se detuvo y el modelo se cayó. ¿De quien es la culpa? Pues de todos. Pero en vez de asumirlo, la nueva respuesta equivocada pretende declarar la independencia de quienes, como los catalanes, se creen ricos. Dios ciega al que quiere perder.

En este escenario, Alemania cumplió el rol de la hormiga, que trabajó durante el verano mientras la cigarra burocrática cantó para luego morir de hambre en el invierno. Alemania, desde su reunificación, redujo los aumentos de salarios, frenó los gastos burocráticos e impulsó la competencia y el esfuerzo productivo. No redujo el tiempo de trabajo ni multiplicó el número de instituciones y empleos y, por ello, hoy exporta muchísimo más que lo que importa. Solo en el primer semestre ha tenido un superávit de 180 mil millones de euros y tiene un desempleo de 6% frente al 25% de España, dentro del cual el 54% de los jóvenes está desocupado. Naturalmente, tal situación está, a su vez, alentada por el subsidio al desempleo, pues si analizamos el número de desempleados españoles y lo comparamos con el número de inmigrantes latinoamericanos veremos que, gran parte del desempleo se debe al rechazo a cumplir labores y oficios considerados inferiores, como la limpieza, el cuidado de ancianos, el servicio doméstico, etc, etc.

De todo esto también es responsable Europa, porque generó con imprudente velocidad su unidad monetaria sin controlar el gasto y la deuda de los países. Al fin y al cabo, la unidad fue un proyecto político y estatal que, a su vez, ha creado decenas de miles de empleos altamente pagados en la Unión Europea. Y como para elegir a los más altos cargos de esta se requiere negociar el voto de los países, se les permitió actuar irresponsablemente. Es el toma y daca del Burocratismo Salvaje, ajeno a la creación de la riqueza y a quienes saben crear su propio trabajo.


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