Carlos Bernuy
cbernuy@peru21.com
Las disculpas que llegan tarde no borran las acciones pasadas, no cubren heridas abiertas en dos años y nueve días. Pero las disculpas hacia quienes creyeron y creerán en su ilusión mundialista pueden devolver un poquito de sangre a la cara de los culpables. Perú no estará en otro Mundial, no lo merece, no lo ganó. Ahora es cuando muchos deben abrir la boca y decir “disculpen”.
Que lo pidan a gritos desde la FPF y la ADFP. Dirigentes que no comprenden que han fallado y que están obligados a alejarse de cargos que les han quedado enormes pero quizás les han otorgado beneficios. No tenemos un campeonato competitivo, vivimos un torneo horroroso con suspensiones, reprogramaciones, estadios sin seguridad, y extranjeros de 40 años con cara graciosa.
Disculpas tendría que ofrecer el técnico, al que se le contrató para clasificar y fracasó. Un estratega que lanzó promesas que poco a poco fueron cayendo en el olvido. No hubo concentraciones largas, no se puso mano dura en la disciplina, no se mostró trabajo a balón parado (donde sufrimos varios goles) y los llamados ‘microciclos’ solo fueron alegría momentánea para algunos jóvenes que nunca habían pisado la Videna.
Los descargos deberían llegar de los que visten de corto. Porque muchos de nuestros futbolistas nunca mostraron lo que hacen en sus clubes, otros se dedicaron a intoxicarse importándoles poco que había partidos. Tuvimos jugadores que hicieron berrinches por golpes rivales, jugaron fulbito estando lesionados, aparecieron en páginas de espectáculos, hicieron bromas tontas en los entrenamientos y se dedicaron a lucir relojes y autos.
Las disculpas también debemos expresarlas nosotros, la prensa. Por algunos titulares rimbombantes sobre jugadores limitados. Porque algunos medios aún piensan en fantasía y regalan positivismo exagerado para quedar bien con futbolistas que se hacen de rogar por una nota. Y la mejor manera de disculparnos es encontrando un equilibrio para lo que viene.
Y también debería haber un perdón también por parte de quienes ridículamente casi nos condenan a una fuerte sanción como locales en las próximas eliminatorias. La referencia señala a los que ingresaron al campo en el duelo con Uruguay para agredir a un árbitro que no tuvo la culpa de la derrota. Acciones como esa, nos ponen como vergüenza mundial.
La eliminatoria dijo adiós y Sudamérica volvió a reírse de nosotros. Las disculpas no van a llevarnos a Brasil 2014, pero quizás puedan ser un paso para darnos cuenta quienes somos, y que si no cambiamos, nunca llegaremos.
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