Carlos Bernuy (cbernuy@peru21.com)
Mi mejor amigo es hincha de Universitario. Nunca lo vi golpear a alguien para defender su camiseta, jamás supe que arrojara una piedra para saberse superior o arremetiera contra un negocio abierto para dejar el sello de su club. Pero es tan aficionado como los que, sentados ante un televisor o calmados en una tribuna, dejan la garganta por su equipo. Ellos no son la escoria que hoy aparta al público de un estadio.
Sin quererlo, el fútbol se ha vuelto preso de la maldad de esta gente. Las tribunas populares pertenecen a la ‘Trinchera Norte’, ‘Comando Sur’ o ‘Extremo Celeste’. Allí, en ese sector de los estadios no hay familias, no hay parejas de enamorados, no hay padre e hijo, no hay seguridad. Pueden robarte, matarte, vejarte, porque cada club les ha dado ese territorio. Un sector que si se recupera, podría ser el inicio del adiós a la violencia.
Inglaterra, un ejemplo de élite para la pacificación en los estadios aplicó un criterio simple: no más barras. Aquí podríamos seguir esa estela. ¿O acaso el boleto que paga un desadaptado que se droga en la tribuna popular no lo puede pagar una persona tranquila? ¿Acaso lo que canta un tipo que lleva un cuchillo o una pistola, no lo puede cantar un ser humano que solo busca una sana diversión viendo a su club? Ni Alianza ni la ‘U’ ni Cristal tendrían un estadio vacío si sus ‘barras’ no asisten, porque tienen hinchas de sobra.
Personas que no van a pelearse con piedras, con balas o con palos en las afueras de un estadio como si fueran cavernícolas. Sujetos que no van a portarse como matones si el resultado no es el que esperan. A un equipo se le puede alentar igual, aplaudir igual o pifiar igual sin necesidad de llegar al límite de la violencia que divide a los seres humanos de los animales. La muerte de un hincha de la ‘U’ en una pelea por entradas muestra el grado al que hemos caído.
Los clubes tienen que actuar. Darse cuenta que están permitiendo el aliento de gente que en realidad no quiere a las instituciones y tampoco a sí mismos y que pueden hacer daño en cualquier momento. La Policía Nacional tiene que actuar. Impedir la entrada de los prontuariados, negarle el paso a esos cabecillas de las barras con apodos, desterrar de una buena vez a quienes constantemente están relacionados con actos delictivos. La prensa tiene que actuar y jamás dar cabida a estos tipos cuando quieren hacerse conocidos por presionar a los jugadores.
Hay que hacer algo, pero ya. Desde el cielo lo pide y exige una chica arrojada desde un bus, un joven estrellado contra el pavimento en un estadio y mucha gente inocente que no mereció ese final. Los clubes no son sus barras, los clubes son gente como mi amigo y como tú que has huido del estadio por temor. Pero no se puede vivir eternamente del miedo y ha llegado el momento de hacer algo. Son ellos y su violencia o nosotros, y tenemos que ganar nosotros.
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