Juan Calderón Baiocchi
@CalderonBJuan
Lo primero fue sintonizar los efectos de guitarra. Contemplar los zapatos, shoegaze. Luego comenzar cuadro por cuadro, lentamente. Slomo, primera canción de su último disco, abre el concierto. A la izquierda del escenario, Neil Halstead desliza los acordes iniciales de guitarra; al otro lado, Christian Savill completa la armonía. Al centro, Rachel Goswell con el teclado y Nick Chaplin en el bajo. Detrás, Simon Scott marcaba el ritmo del Centro de Convenciones de Barranco. La mítica banda de Reading imprimía notas envolventes, y Goswell y Halstead unían su voz.
Eran las 11 p.m. Antes de encenderse las luces, sonó Deep Blue Day, de Brian Eno, ícono del ambient y colaborador del Souvlaki (1993). Horas antes, Nick y Scott dijeron a Perú21 que el disco que estaban presentando se escucha como continuidad de sus álbumes de los 90. Es, sobre todo, un disco sobre encontrarse de nuevo, dijeron.
Al terminar la primera pista, el saludo en castellano de Rachel y el pase a “Slowdive”, una de las primeras canciones que grabaron con Creation Records. La saturada distorsión que lleva a los 90.
Con Avalyn, la siguiente canción, rememoraban la grabación de su EP debut, con el que comenzaban a trazar las coordenadas de su sonido.
Minutos después, los bajos dominantes y los sutiles acordes de Coge la brisa (Catch the Breeze), que lleva al coro de Halstead y Goswell.
Siguió el paisajismo de Crazy for You. Tras ello, la danza de Nick sobre su sitio. Era Estrella Errante (Star Roving), potente single de su último álbum. El sonido actualizado de su propuesta, recibido por los espectadores con euforia.
En las pantallas aparecían rombos y cuadrados, dando paso a Souvlaki Space Station. En el público, personas de 20 a 40 años atentas a las melodías de un disco que cumplió 24 años antes de ayer. Para comenzar a grabar el Souvlaki se rechazaron 25 canciones, demos. Un disco en tiempos de crisis, tras acabar la relación de Goswell y Halstead, que revivía anoche sus mejores canciones.
Antes de continuar, No Longer Making Time, y luego ya Dagger, canción originalmente acústica, atípica en su discografía. El mensaje que repite la audiencia: “El mundo está lleno de ruidos, los escucho todo el tiempo, y yo soy tu daga”.
Seguidamente Alison, la última canción grabada para el Souvlaki. Una joven inestable, un tema pop con sello propio, himno de los 90. La emoción del público que no dejaba de moverse, cantar y gritar.
La calma se restablece con Sugar for the Pill, segundo single del último álbum, seguida por When the Sun Hits. El riff inicial acompañado de armónicos previos a la impresionante intensidad del coro. El rebote de los sonidos, la orquestación al tope y el clímax del concierto.
El humo abordaba el escenario en Golden Hair, cover de Syd Barrett. Experimentación psicodélica de Savill y Halstead, quien concebía el shoegaze como música de guitarra progresiva. Se podía leer el apellido de Savill, ensimismado, en la camiseta peruana que le habían regalado. Era la despedida momentánea.
Retornaron al escenario, ovacionados, para arrancar “She Calls”. Las notas altas de Rachel y la explosión de todos los instrumentos. Encore en clave etérea.
Cierra el concierto “40 days”, una canción sobre la nostalgia amorosa, con violentos golpes de batería y guitarras con sonidos punzantes y distorsión pesada. Extrañar desde el sonido. El fin de la reverberación. Luego de aterrizar en Chile, Argentina y Brasil, el avión de Slowdive despega hoy hacia otro continente.
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— Diario Perú21 (@peru21noticias) 19 de mayo de 2017
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