‘Ricki and the Flash’ no es la película más original, actualmente, en cartelera, tampoco es necesariamente la más divertida o la más “necesaria”. En realidad es el trabajo menor de un gran autor –el ganador del Oscar: Jonathan Demme–; una comedia sentimental un poco anticuada si la ponemos al lado de ‘Esta chica es un desastre’; una ligereza tremenda al lado de ‘Magallanes’, por mencionar un par de estrenos valiosos en la cartelera comercial.
Y sin embargo, ‘Ricki and the Flash’ es la obra mejor dirigida que se puede ver ahora en cines. Aunque el real motivo para que el público vaya a verla es Meryl Streep haciendo de Ricki Rendazzo (rockera de ficción con aire a Chrissie Hynde). Creemos que sus méritos van más allá de la exhibición de un talento individual. Ciertamente, Meryl Streep es capaz de interpretar cualquier papel, aquí es más que una virtuosa: es el alma de la película.
El guion de Diablo Cody –recordada por escribir ‘Juno’ (2007)– trata sobre una artista en ruinas que intenta reconectarse con su familia. Es la típica historia de fracaso y búsqueda de redención. Para muestra un botón: hace algunos meses tuvimos ‘Danny Collins’ (2015), con Al Pacino como un viejo rockero que intenta corregir los errores del pasado y un buen día toca la puerta de su hijo no reconocido, convertido en padre de familia.
‘Ricki and the Flash’ cuenta prácticamente lo mismo, pero con algunas diferencias sustanciales; la más importante de ellas es que aquí los personajes principales son mujeres. De allí que tengamos un melodrama con canciones que reflexiona sutilmente sobre el lugar de la mujer en la sociedad. Si para Danny Collins era relativamente fácil salirse con la suya, para Ricki Rendazzo es mucho más complicado, ya que no tiene dinero y es una madre ausente.
Los detalles convierten a ‘Ricki and the Flash’ en una experiencia gozosa. Más allá de sus ambiciones (o carencia de ellas), no abundan cintas tan generosas. Hasta los papeles pequeños destilan humor y autenticidad. Sus momentos más especiales son aquellos que parecen improvisados. Como lo demostró en ‘Rachel Getting Married’ (2008), la simpatía de Jonathan Demme está con los apestados de la fiesta: los fracasados, los perdedores.
A diferencia del típico relato de superación personal (donde todo se arregla y extraemos moralejas), lo que exalta la cámara de Demme es la comunión entre diferentes valores, la efímera alegría de un recital o una ceremonia, la dicha compartida sin egoísmos ni culpas.
TENGA EN CUENTA
- Jonathan Demme dirigió antes a Meryl Streep en el remake de ‘The Manchurian Candidate’ (2004).
- En este filme también hizo de madre conflictiva, pero más maliciosa.
Por Claudio Cordero – Crítico de cine
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