El polémico escritor Diego Trelles Paz (Lima, 1977) regresa este año por partida doble. Por un lado, acaba de publicar su tercera novela, La procesión infinita, finalista en la última edición del Premio Herralde. Un poco antes de eso se hizo acreedor del Copé de Oro en la categoría de ensayo por el libro que comentaré en esta oportunidad: Detectives perdidos en la ciudad oscura.
Se trata de un estudio amplio, muy perspicaz en sus mejores tramos, minuciosamente documentado, donde el autor de El círculo de los escritores asesinos nos propone la posibilidad de una novela policial alternativa latinoamericana que habría aparecido a mediados de los años sesenta –aunque sus primeros indicios pueden rastrearse en los cuarenta, específicamente en obras de Borges y Rodolfo Usigli– y que surge en oposición a, según él, lo artificiosa que resultaba la narrativa policial clásica en nuestras latitudes, tan distantes ideológicamente de la realidad anglosajona donde se origina el género.
Partiendo de esa premisa, Trelles plantea que la novela policial alternativa tiene como característica principal –citando a Ezequiel de Rosso– “la construcción de un relato en el que el lector de la novela funciona como un detective que debe recoger los fragmentos de un caso que es posible no admita solución” así como “la indeterminación que rige el desarrollo de la pesquisa”, reformulando de ese modo los preceptos del policial clásico para sustituirlos por unos más cercanos a nuestras circunstancias y nuestro contexto. Aunque la tesis de Trelles puede ser impugnada con atendibles argumentos como el de Carlos Bastidas Zambrano, quien considera que esta niega el valor de la convención y parodia del género policial en ciertas tradiciones latinoamericanas, no cabe duda de que la proposición está elaborada con la suficiente claridad, información y consistencia como para tomarla seriamente, además de reconocer que su lectura es en varios momentos muy amena y estimulante.
El camino de la narrativa policial alternativa que Trelles traza en su ensayo tiene como hito inicial las novelas de dos notables autores mexicanos: Los albañiles (1964), de Vicente Leñero, y Las muertas (1977), de Jorge Ibargüengoitia, aunque esta reelaboración encuentra su confirmación y consolidación en la obra del argentino Ricardo Piglia, puntualmente en su libro de relatos Nombre falso (1975). Será en sus siguientes entregas donde este denominado antigénero alcanzará una plena madurez.
Sin embargo, Trelles cataloga a Los detectives salvajes (1999), el libro más célebre de Roberto Bolaño, como el referente absoluto del policial alternativo y donde confluyen, con eficiencia y armonía, la totalidad de sus recursos y convenciones; la principal de ellas es convertir al lector en otro detective que no solo acompaña a sus colegas de ficción en sus pesquisas, sino que está envuelto en otras más sugerentes, derivadas por el juegos de referencias y alusiones que la novela emplaza a quien la aborda. Trelles reconoce así a esta obra como el pico máximo de un modelo de ruptura y apertura en el imaginario literario continental.
Escrito con conocimiento de causa y la bullente pasión que ya ha demostrado Trelles por el género policial en sus libros de ficción, Detectives perdidos en la ciudad oscura es un ensayo con el que podemos sintonizar o discrepar, pero que cumple con propiciar de forma muy inteligente el debate sobre un tema acerca del que todavía, ni de lejos, se ha dicho la última palabra. Muy recomendable.
Diego Trelles Paz
- Detectives perdidos en la ciudad oscura.
Copé, 2017. 425 pp.
- Relación con el autor: cordial.
- Puntuación: 3.5 estrellas de 5 posibles.
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