El lunes que pasó, Carolina Uechi trabajó y terminó de celebrar su cumpleaños número 34, todo al mismo tiempo. Ella es copropietaria de Kilo Steak House. Un restaurante que tiene pocos meses abierto y donde lo que más destaca, además de la comida, es lo acogedor de sus ambientes.
Antes de Kilo, Uechi trabajó en varios establecimientos y comenzó hacer prácticas en un conocido restaurante de carnes de la avenida Aviación, en San Borja. Es ahí donde se enamoró de las carnes. Creó junto con sus familiares La Cocina de Caro, un restaurante de menús ejecutivos. Su padre y sus tíos fueron sus primeros socios y los mejores. Ellos apoyaron su decisión. “En mi primer negocio fallé mucho en temas administrativos. Ellos nunca me dieron la espalda”, dice Uechi.
Luego de un tiempo, decide traspasar La Cocina de Caro e iniciar junto a su amiga y socia, Mariella Yamashiro, un proyecto mucho más ambicioso: Kilo Steak House. Tiene seis meses abierto y ya cosecha sus primeros frutos: es el preferido de muchos comensales y ha logrado conformar un equipo que tiene clarísimo que uno de sus diferenciales es la atención.
LA VIDA EMPIEZA
De chica dibujaba vestidos de princesa de cuento, soñaba con ser diseñadora. Para cuando salió del colegio, ya no tenía ni idea de lo que quería hacer. Nada le apasionaba y decidió estudiar Administración como una opción rápida. Al tercer ciclo de universidad, quedó embarazada. Como varias jóvenes universitarias de 19 años, Carolina Uechi sintió que su vida se acababa. Dejó de estudiar y perdió el rumbo de lo que tenía que hacer con su vida. “Pensé que se me acababa el mundo, pero es mentira. En realidad, es todo lo contrario”, cuenta Uechi mientras saluda a los colaboradores de Kilo que van llegando.
Después del nacimiento de su hijo, su padre le dijo –casi le exigió– que estudie algo y ella eligió estudiar cocina porque pensaba que era una carrera fácil. Tremendo error marcaría su futuro para bien.
Su nana de casi treinta años, quien reemplazó a su madre cuando esta falleció, se hizo cargo de su bebé cuando ella estudiaba. Fue ella la que le enseñó los primeros pasos de lo que más adelante sería su carrera. La vocación de la cocina había estado ahí antes de que Uechi decidiera, por descarte, escoger gastronomía como carrera.
Hoy su hijo tiene 14 años y algunos fines de semana espera a su madre para cenar juntos, aunque ella llegue de trabajar después de la medianoche. “Llego los fines de semana pasadas las doce de la noche a cocinarle, eso me hace feliz”, cuenta. Ahora que su hijo está más grande y se está alejando, ella lo extraña más que nunca. Cocinándole lo retiene.
Para la noche del día de su cumpleaños, Carolina Uechi se la pasará en Kilo, rodeada de sus invitados y sus clientes. A la vez, estará trabajando y no. Como siempre.
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