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Fonavi: Conozca el drama que viven a diario miles de ex aportantes [Fotos y video]

Por 19 años realizaron los pagos con la esperanza de ser propietarios de una vivienda y hoy solo esperan recuperar una pequeña parte de ese dinero.

Miles de adultos mayores esperan que se les devuelva una mínima cantidad de sus aportes al Fonavi. (USI)
Miles de adultos mayores esperan que se les devuelva una mínima cantidad de sus aportes al Fonavi. (USI)

Llenos de esperanza, hoy, desde muy temprano, miles de adultos mayores volverán a hacer largas colas en los locales del Banco de la Nación de todo el país para recibir una pequeña parte de los aportes que, durante poco más de 19 años, realizaron al Fondo Nacional de Vivienda (Fonavi) con la esperanza de ser propietarios de una vivienda.

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Se trata del segundo grupo de beneficiarios, conformado por trabajadores de más de 65 años o con discapacidad, seleccionados por una comisión ad hoc. En esta ocasión, se espera atender a unas 41 mil 590 personas. Detrás de ellas existen historias de sueños, frustraciones y lucha.

Si bien no existe una cifra exacta de la cantidad de aportantes, se calcula que son aproximadamente un millón 200 mil. Algunos han contribuido desde el año en que se creó el fondo. Otros se fueron sumando en el camino mientras se mantuvo vigente, hasta agosto de 1998.

Ya se pagó a un primer grupo de beneficiarios. Fueron 103,011 personas las que recibieron su dinero en enero de este año. Un tercer grupo lo hará en julio, según declaró Edgard Ortiz, presidente de la comisión ad hoc encargada de la devolución del Fonavi.

El padrón de fonavistas sigue abierto. Y en este proceso no faltaron los que trataron de sacar provecho cobrando por trámites gratuitos y lucrar con los sueños de muchos.

UN ACCIDENTE LES CAMBIÓ LA VIDA
Teresa Condori Gonzales tiene 83 años, una prótesis de cadera y un solo riñón. Tres veces por semana realiza un agotador viaje de tres horas –desde Villa María del Triunfo hasta el Cercado de Lima– con la esperanza de que su esposo, Raúl Saavedra, de 87 años, figure en la lista de beneficiarios del Fonavi.

Muchas veces, doña Teresa no desayuna ni almuerza. Hace cola, por horas, en la Asociación Nacional de Fonavistas con los documentos firmados por su esposo, quien hace diez años permanece postrado en una cama –o en su silla de ruedas– con la columna rota.

Cuenta que, hace 25 años, don Raúl trabajaba en el área de mantenimiento de una empresa pesquera en Pucusana. Un día resbaló por una escalera de diez metros y quedó discapacitado.

Se mudó a Villa María del Triunfo y con sus ahorros de toda la vida –unos seis mil soles– se compró un terreno en un arenal, donde vive hasta ahora. Hizo una casa de madera. Con el dinero que reciba, espera mejorar su techo de triplay para protegerse del frío y de la lluvia.


SOLO PIENSA EN SU HIJA
Hace 13 años que Ciro Díaz Ojeda, de 76 años, perdió a su esposa, quien falleció de fibrosis pulmonar. Desde ese momento, empezó a hacerse cargo de los asuntos de la casa y de su ángel Eliana, de 47 años, quien padece de síndrome de Down.

Don Ciro confiesa que cada vez que va a la Asociación Nacional de Fonavistas siente temor. Ese sentimiento lo acompaña las cuatro horas que permanece en dicho local, pues no sabe lo que estará haciendo su hija, quien no puede valerse por sí misma y a la que le sirve el desayuno, religiosamente, a las seis de la mañana.

Actualmente recibe una pensión de 430 soles, que le permite, a duras penas, comprar sus pastillas para mitigar los dolores de la artrosis severa que padece. Su otra preocupación es que tiene un hernia abdominal, la que viene creciendo día y día y de la que tiene que operarse cuanto antes.

Con el dinero que reciba del Fonavi espera matricular a Eliana en un colegio especial. Eso le permitiría trabajar como chofer particular, tal como lo hizo desde los 19 años.


NI LA SOLEDAD NI EL DOLOR LO DETIENEN
A duras penas entiende lo que le dicen. Tiene un problema en la pierna derecha, por lo que camina con dificultad. Eduardo Huamán García (70) solo quiere un poco de dinero para pagar el alquiler de su cuarto y para comprar la larga lista de pastillas que le dan un poco de salud.

En 1985, unos delincuentes le rompieron la cabeza con un fierro en la avenida Petit Thouars y lo pusieron en estado de coma durante varios días. Estuvo internado en el hospital 2 de Mayo. Luego de eso, no volvió a ser el mismo: quedó con problemas de movilidad y un ligero retardo, pese a que estuvo un año en rehabilitación.

Don Eduardo vive solo, en un cuarto alquilado. Se levanta todos los días a las cinco de la mañana para ir a trabajar al mercado de flores de Acho, donde reparte agua.

En Puno, su ciudad natal, trabajaba en una empresa textil. En 1975 llegó a Lima para laborar en una imprenta, lo que, al final, marcó su vida para siempre.


Por: César Takeuchi (césar.takeuchi@peru21.com)




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