La familia López Gutiérrez conoció a su primer hijo, Humbertito, cuando este cumplía un año. Cuando les avisaron que él sería su hijo, no dudaron en viajar al Cusco para conocerlo y celebrarle la fiesta de cumpleaños. En la tarde de ese día, ya eran una familia. “Recuerdo que me dieron una sopita y que mi papá me cargó. Cuando él se cansó, mi mamá me tomó en sus brazos y me quedé dormido”, cuenta el vivaz Humbertito, quien ahora ya tiene 10 años.
Ocho años más tarde, la familia se animó por una segunda adopción, pero esta vez eligieron a un niño mayor. Jesús, de 12 años, se unió a los López el año pasado, cuando, después de 10 años de estar en un albergue, ya había perdido la esperanza de tener un hogar.
“Hay una serie de tabúes sobre el tema. Muchas personas no se animan porque piensan que la adopción es para gente que tiene dinero, que es un trámite engorroso o que se necesita vara, pero lo cierto es que la adopción es fácil y de lo que se trata es de dar y recibir amor”, señala Teresa Gutiérrez.
Su esposo, Pedro López, explica que, aunque en la sociedad aún hay temores y mitos, la adopción no hace diferentes a los niños. “Todos piensan que somos unos santos por acoger a un niño abandonado, pero lo cierto es que el amor es recíproco”, subrayó.
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