(Lima/Reuters)
Una activista indígena cuyas demandas judiciales ayudaron a truncar los planes de represar ríos peruanos para abastecer de electricidad a Brasil ganó un importante premio ambiental en Estados Unidos, dijeron el lunes los organizadores del galardón.
Ruth Buendía, una dirigente de 37 años del pueblo Asháninka –que habita el centro de la Amazonía peruana–, recogerá el Premio Ambiental Goldman y US$175,000 en San Francisco junto a otros seis premiados de países diferentes.
El reconocimiento a Buendía pone de relieve uno de los varios esfuerzos que se llevan a cabo en todo el mundo para poner fin a los mega proyectos hidroeléctricos propuestos en los países emergentes, donde la creciente demanda de electricidad supera a la oferta.
Buendía dijo que el proyecto Paquitzapango –una de las cinco represas que producirían en conjunto hasta 7,200 megavatios en un acuerdo entre Brasil y Perú– hubiera inundado tierras tradicionales de su pueblo, desplazando a entre 8,000 y 10,000 personas.
El Gobierno peruano dio el visto bueno al proyecto sin informar a las comunidades Asháninka que se verían afectadas, afirmó Buendía, violando una ley internacional sobre los derechos indígenas que Perú firmó.
La líder indígena llevó el asunto a instancias locales e internacionales hasta que el Gobierno peruano finalmente terminó suspendiendo sus planes de construir Paquitzapango y otras represas.
En Perú, donde las protestas contra los proyectos mineros y energéticos se tornan a menudo violentas, fue una rara victoria pacífica para los activistas.
“No hubo ningún conflicto”, dijo Buendía en una entrevista. “Nosotros solo utilizamos sus leyes, que no estaban aplicando”, agregó.
Con 2,200 megavatios, Paquitzapango sería dos veces más grande que la mayor hidroeléctrica de Perú.
Pero los Asháninka vieron el proyecto de otra manera, dijo Buendía.
Según una creencia tradicional, un águila gigantesca –o “paquitza” en el idioma nativo– devoraba a la gente en el río Ene en el mismo sitio donde se construiría la represa. Los Asháninka lograron matarlo y diferentes tribus amazónicas emergieron de sus plumas caídas.
“Para nosotros la represa Paquitzapango significa que de nuevo ‘paquitza’ vuelve, no a comer a la población sino para inundarnos”, dijo Buendía.
En el 2010 los entonces presidentes de Perú y Brasil firmaron un acuerdo energético por 50 años, como camino para exportar electricidad al gigante sudamericano sediento de energía creando al mismo tiempo miles de puestos de trabajo en las regiones rurales pobres de su vecino de América del Sur.
Uno de los proyectos es Inanmbari, que ha sido mayormente abandonado por los sucesivos gobiernos. Pero en marzo, la estatal Electroperú dijo que estaba considerando reanudar el trabajo en esa represa, visto como un primer paso antes de que Paquitzapango y otros proyectos puedan ser revividos.
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