Por Juan José Garrido (director@peru21.pe)
Crítico con el gobierno, el exmandatario que administró dos veces el país (y apunta a una posible tercera oportunidad) evalúa el potencial que tiene el país para corregir sus errores y seguir en la senda del crecimiento. Sin duda, Alan García se se ve a sí mismo como futuro gobernante.
Empecemos haciendo un balance de estos últimos 24 años, a partir del cambio de modelo económico.
Más exactamente el cambio de paradigma ocurre hacia 1992, acompañando experiencias como la chilena y la mexicana, esta, en parte frustrada después, y dentro de cuyo capítulo estamos con mayor o menor velocidad. El balance es muy favorable para el Perú a pesar de interrupciones y desaceleraciones, balance producto de la apertura al mundo, del libre comercio, de atraer la inversión internacional y su tecnología y su innovación tecnológica y de someter nuestra producción y conjunto social a mayor competitividad. Todo ello ha permitido al Perú dar un salto fundamental.
¿Hacia qué año más o menos usted mira y dice: “Estuvimos equivocados entre el 85 y el 90”?
La primera obligación de un gobernante, y para eso es bueno que los gobernantes salgan del poder, es hacer la reflexión sobre lo que ha hecho. Una sana reflexión no se hace desde dentro del poder, acuciado el gobernante por la necesidad de mantener su poder y su popularidad. Por eso toda reelección inmediata es pésima para los países. Salido del gobierno evidentemente afronté un conjunto de acusaciones absurdas, la judicialización de tener una casa al lado de Julio Iglesias y tener cuarenta millones en una cuenta, todas tonterías que fueron después demostradas falsas. Pero tenía que hacer un balance real de voluntades y logros, y comprendí que el mundo había cambiado con mucha velocidad y que habíamos entrado internacionalmente a una nueva forma de producción fundada en la energía de la comunicación que no era lo que habíamos conocido o pensado antes.
¿Cuál cree usted que es hoy el rol del Estado en el mercado, cuál es el ratio ideal de inversión pública frente a inversión privada?
Yo creo que esa expresión “tanto capital como se pueda y tanto estado como sea necesario” define lo que es en este momento el mundo. El Perú no es una isla, el Perú no puede generar desde aquí una revolución mundial, el Perú sufre, vive y a veces se beneficia de los ecos de la gran economía mundial y hay que saber adaptarse a ella. Entonces, si vemos que la economía mundial sigue su crecimiento gracias a la tecnología de la información, si vemos que la economía mundial sigue creciendo a nivel de 3% a pesar de que gritan todos crisis y crisis, y comprendemos que la crisis es en los países que han cometido gravísimos errores, como los cometió varias veces el Perú en el siglo XX, hay que entender que lo que debemos hacer es adaptar nuestras velas a ese aire, a ese viento de crecimiento y no hay mejor manera de hacerlo que evitando el proteccionismo, el estatismo y el asistencialismo extremo, que es un instrumento electorero cuando no se maneja de manera adecuada a favor de los verdaderamente pobres.
Los economistas hablan mucho del modelo primario exportador y sostienen que lo que estamos viviendo es un subproducto del precio de los comodities. Se habla también de “la trampa de los ingresos medios” ¿Cree usted que estamos en un riesgo de caer en esa trampa?
Creo que el Perú había encontrado un camino, y no hay que ser mezquino en decir que el antecedente de apertura y de crecimiento estuvo con Alberto Fujimori aunque los contratiempos económicos o políticos de su gobierno después contradijeran eso, así como Toledo hizo una economía responsable y nosotros la aceleramos aprovechando las fortalezas políticas que teníamos. El camino era continuar eso incluso con más velocidad, aprovechando la crisis española, italiana y francesa, los países que cayeron antes de un burocratismo excesivo y que ahora tienen que pagar eso haciendo contracciones de las que huye el capital. Ese capital debió haber venido con mayor velocidad aquí desde el año 2011, con lo que hubiéramos continuado un crecimiento superior al 7% permanente en todos estos años.
¿Usted cree que el crecimiento potencial del Perú está por encima del 6%?
Yo no soy un convencido de ese concepto de crecimiento potencial. Creo que el crecimiento de un país cuando incorpora elementos externos a él, no crecimiento burocrático, crecimiento de maquinita o crecimiento de empleo público o de subsidio, sino cuando incorpora empresas productivas, tecnologías nuevas a través de la inversión internacional, el crecimiento de un país casi no tiene límite y China lo demostró.
Existen dos grandes variables que para el gran consenso de economistas e intelectuales explican el crecimiento de largo plazo en el desarrollo de un país: productividad e instituciones. Nuestra productividad es muy baja comparada incluso con países del entorno y respecto a nuestras instituciones, no hay duda de que existe mucho por hacer. James Robinson, autor de “Por qué fracasan los países”, señalaba hace poco que esto último era tarea de políticos, no de tecnócratas.
Ocurre que la política lo define todo o casi todo. Una mala conducción política en la mejor circunstancia económica destruye una nación, por el contrario una muy buena conducción política en una situación calamitosa mundial puede darle fortalezas al país.
En el caso por ejemplo del gobierno de Toledo, uno siente que no hubo un liderazgo y que un equipo de técnicos suplió la carencia de ese líder.
Pero el país creció a cuatro por ciento en promedio por falta de ese liderazgo. ¿Qué necesita el país para marchar al unísono como un buen ejercito? Necesita un sueño, necesita un canto de victoria y eso no lo dan los libros, los papeles, eso lo da el discurso corporal y por eso el ser humano sigue siendo el principio de todo, en el principio del verbo dice San Juan. Hay mucha gente que desprecia el discurso y la forma de vender ilusiones y vender convicciones, y yo siempre digo que solo logra venderlas quien está convencido de lo que dice. Cuando se le impone a uno una hoja de ruta de la que no está convencido, obviamente el país va marchar mucho menos.
¿No cree que cuando el presidente Humala habla desde la Hoja de ruta para la Gran Trasformación está retornando a cierta forma de estatismo? Porque hemos acabado con esta ley universitaria, con el reflote de Talara, con el Gasoducto del sur, Megaproyectos que tienen un tinte nacionalista, además de las regulaciones que se han impuesto a las industrias extractivas y las de bienes de consumo.
Yo repito un dicho chino: El tigre no cambia de rayas aunque quiera. Aquí lo que ha habido es falta de convicción, ha habido oportunismo a la hora de decir “adopto el modelo anterior, pero le quito el pie al acelerador”. Hay un punto que la prensa está ignorando, a veces creo que hasta por intereses, y es que de manera subrepticia estamos volviendo ya no a la Gran Transformación sino al chavismo interventor y estatista. A través, por ejemplo, de estos megaproyectos que eran privados y se convierten en públicos. El gasoducto del sur tenía un proyecto original de US$ 1,300 millones, aceptado por la misma empresa, que ahora lo va a llevar a cabo como un proyecto público de US$7,300 millones, financiado por los consumidores. Y lo digo porque yo he visto y estudiado el proyecto con la propia empresa.
En estos caso hay que señalar no solo al gobierno sino también a las empresas privadas que han participado de esto porque también tienen una responsabilidad.
Son temas espinosos para muchos grupos, pero yo hablo de modelos y el modelo más inteligente en atraer capitales de fuera y obligarlos, con buenos incentivos, a invertir en el país. Eso es lo que debería defender la Confiep: el modelo. Buscando que las obras sean privadas, con buenos incentivos, y no públicas y pagadas por todo el país. Pero no hay conciencia ideológica ni conciencia de principios.
Hay un riesgo de que caigamos en el modelo mercantilista brasileño, donde algunas empresas se benefician de sus tratos con el Estado.
Ya estamos cayendo. Hagamos la suma: US$3.500 millones en la refinería de Talara, US$5.000 millones en el tren, más el dinero de las facturas de todos los peruanos con que se va a pagar el gasoducto del sur, resulta que la economía del Perú está siendo financiada con obras públicas que pudieron haber sido hechas por el capital internacional. Y eso lo va a sufrir el gobierno que venga. Esto es como el gobierno militar, que en 1968 recibió una deuda de US$ 600 millones y al irse dejó una de US$7.000 millones, dinero que se utilizó para financiar obras que luego debieron paralizarse por falta de recursos. Eso es lo que se está haciendo en este momento.
Y para los próximos, digamos, 20 o 30 años, ¿cuál cree usted que debe ser la ruta que debe seguir el Perú tomando en consideración lo conversado?
El Perú nunca será unánime como ningún país del mundo lo es, pero sí se trata democráticamente de articular todas las fuerzas democráticas, económicamente convencidas de que es necesario crecer hacia el mundo, traer recursos y tecnologías del mundo, cuidar la naturaleza hasta donde la tecnología lo permite, asistir a los más humildes sin necesidad de convertirlos para siempre en humildes, y actuar con gran velocidad y sin burocracia para que la fuerza del capital nacional se asocie con el mercado mundial y crecer asociados dentro de lo que logramos crear que se llama la Alianza del Pacífico.
Siendo esa la visión, ¿cómo la llevamos a acción?
Repito que el país no es unánime, habrá ciudadanos respetables que tengan visiones diferentes…
O sea, esperar los procesos políticos, y en las elecciones cada uno elige y…
No, yo no creo que haya que esperar cada cinco años porque el Perú vive cada día. Cuando yo terminé mi gobierno esperé que hubiéramos terminado la etapa del canibalismo político. Cuando Darwin, el gran naturalista, cayó en el Callao sucedía el gran conflicto de Salaverry y Santa Cruz, Orbegoso, Vidal, siete presidentes a la vez peleándose. Y él escribió una carta que dice: “Llegué a un país bárbaro donde los contendientes engargolaban una bandera con una calavera y dos huesos cruzados”.
Pareciera que no hemos cambiado mucho
Cuando un gobernante llega al poder y dice “tengo cinco años para hacer lo mejor posible”, puede hacer un gobierno de concertación. En mi gabinete había personas que votaron contra mí en el año 90 y me tacharon de mil cosas. Pero usted tiene que tener la altura suficiente para entender que la gente puede cambiar de opinión y uno necesita sus capacidades. Y de los gabinetes de mi gobierno el 70% no eran apristas.
Pero ahí entonces caemos en los liderazgos, porque si miramos en este gobierno, los gabinetes, a nivel individual, han tenido buenos tecnócratas. Este gabinete, por ejemplo.
Usted lo ha dicho: el problema es el liderazgo de arriba. Yo no quiero echar flores sobre mi gobierno ni sobre mí, pero si usted llega por el contrario y dice con mentalidad militar “he conquistado esta casa, a ver cómo me quedo en ella”, entonces viene el tema obsesivo caprichoso de la reelección y se inventa la posibilidad de la reelección conyugal y el principal problema es cómo destruimos todo lo que se ha hecho antes para demostrar que nosotros somos mejores. Cómo destruyo al que me va a impedir quedarme. Si pierde el tiempo en eso, el equipo de gente que tiene mientras crea mil problemas ambientales, de recursos culturales, permisos y más permisos.
En ese sentido, ¿Si por algún motivo se abriera la búsqueda de la continuidad ha pensado en llamar a otras fuerzas políticas que tienen otra visión de seguir la regla democrática constitucional para hacer un solo frente común? ¿Cree que es posible?
No, lo que yo no creo que sea posible y por eso la pregunta es imposible es que entrando al cuarto año se intenten cambiar las normas o se busque de nuevo el ensayo de la reelección conyugal o peor aún el propio tenedor momentáneo del poder intente quedarse él, eso honestamente, electoral sociológicamente y jurídicamente lo veo imposible.
Y si ocurriera, ¿apelaría a las reglas regulares, seis candidatos dividiendo a la derecha o buscaría una coalición?
Yo soy de centro, yo no pertenezco a la derecha. Si fuera de derecha lo diría, soy de centro social. Y creo que la selección sería natural porque afortunadamente contamos con el procedimiento de las dos vueltas.
Pero puede pasar algo parecido a lo del 2011, que los candidatos sumaban el 85% de la intención de voto pocos meses antes de que empiece el proceso electoral, terminaron perdiendo frente al que en ese momento pesaba 15%.
Bueno, es que un proceso electoral es eso. Una confrontación de ideas donde van perdiendo los que no tienen instrumentos suficientes para llegar al país. Pese a que ahora lo remeda, el señor Humala criticaba todo lo que hacía mi gobierno, y tenía una buena aceptación de antiapristas, eso es variado, en una elección se trata de saber enhebrar los intereses de todos. Pero yo no veo peligro alguno electoralmente, no tengo ningún temor, incluso si con pistola en la cabeza obligaran al jurado a que pueda ser candidata la señora, o cambiar la Constitución, me encantaría.
No es necesario cambiar la Constitución
Me encantaría llegar al último debate con uno de ellos porque sé cuál sería el resultado, y no lo digo por soberbia. Digo que no se han hecho las cosas adecuadamente. Me preocupa no solamente pasar de 8% a 4% de crecimiento, sino que se ha perdido la fe del país. Aunque no se hubieran hecho muchísimas más cosas que debieron hacerse, yo sí percibía en pobres, en clases medias, una luz. Eso, el entusiasmo y la alegría del país, se ha perdido.
En los últimos años usted ha abogado por varias reformas, entre ellas la de la Ley de Partidos. ¿Por qué no se hizo durante sus cinco años?
Porque no éramos mayoría.
Con lo cual tampoco se podría hacer ahora.
No, ahora mucho menos. El APRA tiene cuatro parlamentarios y dos son agentes activos permanentes. El grupo fujimorista es importante y responsable, pero imagino que tampoco se sienten mayoría y no quiere hacer las cosas que sugiere el partido aprista, lo cual comprendo. Y los demás: ¿cuál es la contextura interna de cada uno de los partidos? Repiten como frase fundamental: “la democracia necesita y se construye en torno a grandes partidos organizados y orientados”, pero vamos a desorganizarlos por la ambición y el voto preferencial.
MEGACOMISIÓN. El expresidente cree que no hay peligro de inhabilitación. (Fidel Carrillo)
¿Tiene miedo de una potencial inhabilitación?
Yo tengo mucha tranquilidad porque soy abogado y no hay elemento alguno por el cual puedan inhabilitarme, ni delito alguno que haya cometido. Durante el gobierno he buscado escrupulosamente, a pesar de las miles de obras que se han hecho y las iniciativas, que no se me vincule a nada que pudiera considerarse delictual. La propia Megacomisión lo dice. Los argumentos están referidos a que si el exceso de gracias presidenciales…
Pero de ocurrir, no necesariamente va a tener el tiempo para ir a instancias internacionales de cara a las elecciones.
Yo confío en el Poder Judicial del Perú. En este momento el Parlamento está entrampado, sus informes son nulos legalmente, de acuerdo a la Constitución son nulos. Ha votado sobre algo nulo, así que esa votación es nula. Los parlamentos no son un jurado ni una corte que actúe con imparcialidad. Son mis enemigos políticos, qué más va a querer la mayoría del parlamento que García no participe, pero lo único que hacen es hacerme crecer. Se ve tan clara la chanchada que todo el mundo la ve.
CASOS LÓPEZ MENESES Y ORELLANA
¿Cómo ve usted el desarrollo del caso López Meneses y de Rodolfo Orellana? ¿Cree que tienen visos en común?
No se qué conexiones tendrían estas dos personas, pero creo que en términos generales este gobierno ha aprendido dos estrategias, que seguro el señor Favre les ha entregado: primero a no responder. El efecto mudo parece funcionarles. Y segundo, este gobierno ha aprendido, aunque a la larga les hace mal porque siguen cayendo en las encuestas, que un escándalo tapa a otro.
¿No tiene miedo que el APRA aparezca en uno de esos casos, que aparezca en alguna fotografía?
Si aparece no será el APRA, no es Alan García, no es Mauricio Mulder. En el partido Aprista aparecieron 400 mil inscritos, obviamente porque estaba en el poder y va la gente y se inscribe creyendo que van a tener una chamba. Que uno de esos aparece, bueno, la prensa puede hacer escándalo pero el pueblo no es tonto.
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