Fritz Du Bois,La opinión del director
¿Quién hubiera pensado hace 20 años, cuando lo que deseaba la mayoría de peruanos era abandonar el país, que los europeos nos verían como la tierra de la oportunidad y que sean ellos los que están viniendo, emigrando?
En realidad, el haber pasado de un país camino al despeñadero a uno con un gran futuro de por medio es la historia del alumno aplicado que superó al maestro. Durante dos décadas se ha ido consolidando el concepto de un Estado disciplinado que no derrocha recursos ni vive encima de sus posibilidades, endeudado. También se ha desarrollado una cultura en la cual el éxito es finalmente aceptado, incluso hasta es admirado.
Asimismo, hemos dejado de ser una economía cerrada y temerosa de la competencia del exterior para convertirnos en un país integrado al mundo beneficiándonos de la llegada de creciente inversión y del acceso a nuevos mercados.
Por otro lado, en nuestro país no se descubrió la pólvora ni tampoco se inventó una teoría económica. Simplemente se dejó de hacerles caso a los hechiceros –desafortunadamente, muchos de ellos aún están en el Congreso– y empezamos a seguir el sendero de los países que han mejorado la calidad de vida de sus ciudadanos.
Sin embargo, los que perdieron la brújula fueron los que pregonaban las políticas que adoptamos. Así, los países desarrollados, incapaces de aceptar el costo político de la realidad, vivieron de dinero prestado hasta que quebraron. Por lo tanto, debemos sentirnos satisfechos, no de la recesión que sufren los europeos por supuesto, sino de haber hecho las cosas bien, y por eso ahora, en una crisis internacional, estamos disfrutando de un crecimiento relativamente adecuado.
Pese a ello, se escuchan voces para aumentar excesivamente el gasto o para distorsionar el mercado a favor de algún allegado. No olvidemos que para voltearle la torta a la madre patria nos ha tomado 200 años, así que no hay que hacerles caso.
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