Fritz Du Bois, La opinión del director
Una de las consecuencias del fuerte impulso económico de los últimos años ha sido que los peruanos nos hemos acostumbrado a hablar de miles de millones de dólares como si fuéramos verdaderos potentados. Al punto que cualquiera que llega del exterior termina con la impresión de que al país la inversión, le está sobrando.
Por ello, no parece llamarnos la atención el hecho que al día de hoy tengamos entre nuevas minas que están suspendidas, centrales eléctricas que han sido aplazadas, concesiones de infraestructura postergadas y pozos petroleros o de gas que no han podido ser perforados, la friolera de 40 mil millones de dólares. Los cuales probablemente no se llegarán a ejecutar, por lo que no se materializarán y los habríamos desperdiciado.
Más aún, estamos en riesgo de perder un monto de inversión que es mayor a la totalidad de lo que efectivamente se ha logrado las últimas dos décadas en esos campos. Los cuales a su vez han constituido la columna vertebral del crecimiento, que es el que nos da esa sensación de bienestar que están llamando el milagro peruano.
Incluso, en cualquier otro país del mundo la posibilidad de perder tan fabulosos recursos y los miles de puestos de trabajo que se hubieran creado sería, sin duda, motivo de escándalo. Pero aquí actuamos como nuevos ricos y no parecemos ni siquiera estar interesados.
De esa manera vamos camino –no sé si conscientemente, pero sí inevitablemente– hacia una gradual desaceleración del crecimiento y a un enfriamiento del actual entusiasmo tanto del consumidor como del empresariado. De hecho, desde hace tres meses el nivel de expectativas se ha estancado.
Por otro lado, una economía relativamente pequeña como la peruana no podría compensar la pérdida de recursos de inversión de esa magnitud, no tendría de dónde generarlos ni el sector privado y mucho menos el Estado. En realidad hay que ser iluso o malintencionado para sugerir que algunas vacas y un par de cultivos pueden subsanar el beneficioso impacto que tendría en regiones como Cajamarca grandes proyectos de 5 mil millones de dólares como Conga que están congelados.
Así que ya se está sintiendo la parálisis gubernamental que no ha aprobado ningún proyecto de envergadura –ya sea por ineficiencia o por falta de convicción– en los últimos dos años. El horizonte que ahora tenemos es que en el 2016 cuando se hayan concluido la mayoría de los proyectos que actualmente se vienen ejecutando el próximo gobierno encontrará vacía la despensa de grandes inversiones. Con lo cual tendría que lidiar con un nuevo y pesimista escenario.
Al final sería un desperdicio realmente dramático que se nos escurra de las manos la mejor oportunidad que hemos tenido en casi 200 años para desarrollarnos. Es urgente que el gobierno salga de su letargo.
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