Fritz Du Bois,La opinión del director
Finalmente, Alejandro Toledo está descubriendo que no importa la velocidad con la que puedas mentir, tarde o temprano la verdad siempre te estará alcanzando.
Ahora se debe de estar lamentando por la forma tan displicente con la que trató, desde un inicio, la denuncia periodística sobre las extrañas operaciones inmobiliarias de su suegra de 86 años. En ningún momento se preocupó por preparar una sólida justificación y saltó de una historia mal cocinada –“invirtió su compensación por el holocausto”– a una poco creíble coartada –“no conozco los negocios de mi suegra”– cada vez que se le exigió dar una explicación, agravando en el camino su situación a medida que nuevos hechos, como el pago anticipado de dos hipotecas a su nombre, confirman su participación.
Por otro lado, es hora de que sea más cuidadoso; su futuro político está probablemente enterrado y, a este paso, no nos sorprendería, en lo absoluto, que también termine enjuiciado. La tentación de caer en el facilismo de quedarse en el exterior y confiar que con el tiempo el incidente será olvidado no le está dando resultados.
Al contrario, cada día se está hundiendo más y más al estar siempre un paso detrás de la última revelación tratando de explicar el motivo por el cual fue económico con la verdad. Al final, la falta de seriedad con la que Toledo está actuando nos puede costar a todos muy caro. Ello, debido a que los peruanos no podemos seguir teniendo políticos que permanentemente nos están defraudando. Incluso la falta de credibilidad de la clase política, en general, es el lastre más pesado que arrastramos.
Así qué el exmandatario tiene que tomar el asunto en serio y dar una adecuada explicación. Caso contrario, el oficialismo debería dejar de protegerlo para que pueda ser investigado y eventualmente sancionado. Que el pueblo vea una muestra de impunidad a ese nivel sería desastroso para nuestro desarrollo democrático.
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