Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Más que argentino, Leo Dan se siente un muchacho del interior de su país, pero, sobre todo, un latinoamericano. “América Latina es un pueblo sin fronteras. Por eso, siento al Perú como si fuera mi pueblo, Villa Atamisqui. Y tan peruano soy que me encanta la música que aquí se hace, empezando por el valse criollo y la marinera. Es más, hoy en Argentina se usa mucho el cajón, y quienes más lo tocan son los jóvenes”: Escúchelo hoy, a las 7 p.m., en el Parque de la Exposición (Lima). Las entradas se venden en Teleticket (Wong Y Metro).
Es un tremendo romántico…
Más que romántico, soy divertido. Mis canciones de amor aparecieron naturalmente, pero hoy mi mujer insiste y me dice: “Tienes que hacer solo canciones románticas” pero, si por mí fuera, mis canciones serían cómicas, muy chistosas. No sé por qué, pero nací payaso.
Y tiene muchos referentes populares…
Así es. En mis canciones folclóricas trato de usar dichos, refranes populares, cosas picarescas. Recuerde que yo soy del norte de Argentina, de Santiago del Estero. Yo soy un observador de la forma de vida del paisano, del muchacho emergente, del hombre de campo. Palito Ortega y yo abrimos el mercado para la gente del interior pues, hasta antes de nosotros, esta estaba relegada, olvidada, no podía grabar.
¿Les resultó difícil conquistar Buenos Aires?
Para los ‘cabecita negra’, como nos decían, era muy difícil triunfar allí. Al porteño le costaba aceptar que un provinciano tomara fuerza, pero como nuestra ilusión era firme y fuimos disciplinados, la conquistamos. Hace poco me reuní con mi primer productor. Él tuvo el tino de hacerme trabajar con un arreglista que supo rescatar el lado folclórico de mi creatividad –con guitarristas simpáticas–, lo que, al final, significó mi éxito.
En efecto, sus primeras composiciones eran folclóricas…
Es verdad, y yo mismo me maravillo de mis canciones folclóricas. Puedo decir que soy un genio haciendo chacareras, ese lado mío es mejor que el Leo Dan que hace baladas.
¿En su pueblo se siente mejor que en cualquier otro lugar del mundo?
Aunque vivo en Miami, vuelvo a cada rato. Cuando estoy perdiendo mi esencia, vuelvo a mi tierra y la recupero. Soy un hombre de campo… al punto que me recibí de Ingeniero Agrónomo, pero hoy solo voy allí a comer un asado (ríe). La vida del campo ya no es tan sacrificada: hay televisor, Internet, agua caliente… uno está conectado con el mundo.
Lo he visto cantar, pero no tocar un instrumento. ¿Toca la guitarra?
No, aún no aprendí (risas). Yo compongo por puro instinto, por puro talento, por pura gracia de Dios. Ando con mi grabadora y grabo lo que me sale, al punto que hasta hago mis propios arreglos. Un amigo me decía: “Nunca aprendas a escribir música porque te vas a atrofiar. Tú dedícate a desarrollar tu creatividad”. Y tengo una creatividad alucinante: puedo hacer arreglos para una orquesta de 120 músicos, puedo escribir una ópera, escribir música para películas; me meto en un estudio y te hago diez canciones como si nada. Insisto, es un don de Dios.
El problema de ser prolífico es que uno se repite…
Ese es mi miedo, pero, hasta ahora siento que no me he repetido. En lo que fallo es en las letras, a veces no las pienso mucho. Cuando era joven, me ayudó bastante relacionarme con algunas chicas y contar lo que viví… por eso se hicieron éxito.
¿Ha tenido muchos romances?
He sido un hombre ilusionado. En los bailes conocí a algunas mujeres y, de inmediato, me inspiraban canciones. Pero todo era fantasía (ríe).
Más interesante sonaría que hubiera sido un Don Juan…
¿Con qué tiempo? Yo amo mucho a mi esposa, con quien llevo 48 años de casado, pero si se me cruza una mujer bella no dejo de mirarla y de admirarla.
Usted dice que es divertido, eso a las mujeres les gusta…
Eso me han dicho (risas). Por lo menos, en casa dicen que me extrañan cuando no estoy. Yo he tratado de vivir a través de mis canciones, por eso he sido un trotamundos. Me he mudado 37 veces, y no solo de casa, también de país.
¿Y tuvo en cada puerto, en cada país un amor?
No… no te lo voy a decir (risas).
¿Qué tan metódico ha sido en su vida?
He sido muy desordenado. Es más, un cura que era mi amigo me dijo: “Me gustas porque en el desorden encuentras un orden”. Y esto lo siento hasta en mi país: voy y se arreglan las cosas (ríe).
Esta vez, su visita no se limita a Lima, también estará en Arequipa, Trujillo y Piura…
Es verdad, por eso me siento explotado, sobre todo por mi hija, quien maneja mi carrera (ríe). Soy muy familiero, al punto que toda trabaja conmigo. Y no, no es un problema, ya quisiera que viajasen siempre conmigo, seríamos unos gitanos lindos (ríe). Y sigo recorriendo el mundo porque la gente me quiere.
AUTOFICHA
- Aspiré a ser gobernador de mi provincia, pero la gente no votó por mí. Quise meterme en política por ayudar a mi gente: Santiago del Estero era un gran desorden.
- Si algo quiero en mi vida, después de mi familia, es mi pueblo: Villa Atamisqui. Dios no quiso que lo gobernase y me regresó a la música.
- Argentina no está bien. Los Kirchner hicieron cosas buenas, estabilizaron al país, pero la economía es de consumismo y no de producción. No hay reglas claras.
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